Nadie toma en serio la contaminación por agroquímicos. Hay un manejo irresponsable y líderes que protegen el negocio alimentario sin importarles nada
Por Eduardo Sánchez Encinas
Los Mochis, Ahome, Sinaloa.- En cada bocado podría haber veneno. Uno silencioso. Sí. Hay una mascada que cuida ingresos por más de 630 mil 933 millones de pesos tan solo en el país.
Y es que de acuerdo a datos oficiales (del Sistema de Información Agroalimentaria y Pesquera, organismo dependiente de SAGARPA), en el año 2020, el valor de la producción agrícola nacional tuvo esa cifra. Y Sinaloa aportó el 9.6 por ciento. Es decir, el jugoso negocio de la producción agrícola fue de 60 mil 874 millones de pesos.
Monto pasadero para olvidar egos y haciendas. Cantidad de ceros suficientes para no pensar en la contaminación sobre todo si los estudios no son “contundentes” y afectan sus bolsillos.
Así el sistema alimentario prefiere seguir caminando en beneficio de unos cuantos y en la ruta lejana a satisfacer las necesidades de alimento de la sociedad mexicana y sinaloense.
Es claro y no se puede ocultar más. Los culpables de la mancha en tu comida y en tu vida son los llamados, hoy, enanos cínicos de la industria agro-tóxica. Los que contaminan lo que comemos, bebemos y respiramos.
Son los que se aprovechan de un sistema roto y corrupto y que imponen sus intereses comerciales a costa del bienestar de la gente y contra el medio ambiente.
Hay que registrar a los solapadores, ( mientras no demuestren lo contrario). El actual Presidente de la Confederación de Asociaciones Agrícolas del Estado de Sinaloa (CAADES), Marte Nicolás Vega Román y a muchos líderes de asociaciones de agricultores como el de la Asociación de Agricultores del Río fuerte Sur, César Enrique Galaviz Lugo, del Río Sinaloa Poniente, Jesús Rojo Plascencia y del presidente de la Asociación de Agricultores del Río Culiacán, Enrique Riveros Echavarría, por mencionar a algunos.
Ya no son solo las grandes transnacionales, son ahora traidores locales y regionales. Cuidadores, eternos o desaparecidos, del espectro de la contaminación agroquímica de Singenta, Bayer, BASF, Corteva, Zeneca, Dow AgroSciences, Monsanto, DuPont y otras.
El listado es grande. En Sinaloa crecen los enanos de la industria agro-tóxica como Agromol, Hortitec, Quimagro, Agriexpress, Surto, Bio Agroservicios, Cave ( quien no recuerda su enorme contaminación antes de esconderse en las sombras de otro nombre) y decenas más de empresas sin conciencia ecológica ni de ningún tipo bajo la protección y complicidad de los líderes agrícolas que juegan al despiste.
Son y fueron empresas de casa. Cercanas. Apapachadoras. Que juegan con la muerte.
De once ríos y un millón de hectáreas
Son datos básicos de monografía. El estado de Sinaloa cuenta con poco más de 1 millón de hectáreas sembradas.
Le dicen que es el granero del país, sobre todo por el caso del maíz, y presume además de ser el principal exportador de alimentos como el jitomate.
Lo grave es que en Sinaloa, la tierra de los onces ríos, se usan al menos cerca de 700 toneladas anuales de plaguicidas, de los cuales alrededor de 17 están clasificados desde moderada a fuertemente tóxicos según la Organización Mundial de la Salud (OMS 2009).
Estas sustancias, por desgracia, aseguran los estudios ecologistas en “Las Huellas de los Plaguicidas en México” de Green Peace, “no se quedan en el campo donde se aplican, sino que debido a su filtración y arrastre son llevados hasta las lagunas costeras a través de ríos y el sistema de drenes colindantes con los campos de cultivo”.
Con ello, dicen los expertos, “se generan alteraciones en los ecosistemas desde el campo hasta el mar, sin considerar las afectaciones en las zonas donde se encuentran las plantas de producción de agrotóxicos”.
Lo que prefieren ignorar
Son datos que los dueños del negocio y sus solapadores prefieren mejor ignorar. La Red de Acción sobre Plaguicidas y Alternativas en México (RAPAM) ha señalado que 186 plaguicidas altamente peligrosos cuentan con el registro y autorización de Cofepris para su comercialización.
El Sistema Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria (Senasica) se ve inoperante y ante la ausencia de acciones para normar en verdad el uso de los agrotóxicos, el problema se agrava porque no se cuenta con una vigilancia sobre el uso de estas sustancias y son escasos los estudios de riesgo ambiental y de salud.
De eso se aprovechan los vendedores y la corte de aplicadores de esos productos. Hacen más ricos a las corporaciones multinacionales como Bayer, Monsanto, Singenta y otros que dominan la venta de los productos agroquímicos en todo el territorio nacional.
Otros datos sencillos y que los propios líderes saben son que los plaguicidas que tuvieron y algunos tienen mayor venta en el país son: los herbicidas Gramoxone® (paraquat) y Faena® (glifosato), insecticidas (metil paratión, metamidofos y malatión), y los fungicidas Manzate® (mancozeb) y Daconil® (clorotalonil).
Pero a ellos no les preocupa que a nivel nacional, la venta de plaguicidas sea de libre acceso, sin limitaciones de compra de los productos ni de cantidades, incluso para aquellos compuestos que están clasificados como altamente peligrosos por sus efectos ecotóxicos, cancerígenos, mutagénicos, teratogénicos o perturbadores endócrinos.
A nadie le importa que pudieran afectar o estén afectando la salud de alguien.
Las zonas de mayor uso de plaguicidas son sin lugar a dudas “Sinaloa, Chiapas, Veracruz, Jalisco-Nayarit-Colima, Sonora-Baja California, Tamaulipas, Michoacán, Tabasco, Estado de México y Puebla-Oaxaca (Cortina, 2000)”.
La reflexión se evapora en el aire. Todos estaríamos expuestos a los plaguicidas de muchas maneras: al comer los alimentos; durante el trabajo o en el hogar; por medio del aire en las zonas agrícolas o urbanas durante la fumigación o después de ella.
Lo saben y lo callan. Los plaguicidas son potencialmente tóxicos para los seres humanos. Claro que tendrían efectos agudos y crónicos en la salud de las personas, dependiendo de la cantidad y la forma de exposición.
Muchos productos han sido rechazados en la exportación sobre todo para Estados Unidos y han tenido que distribuirse en el mercado local. Pero siguen aferrados en no soltar sus ganancias evitando una ruta sana a la agroecología para evitar enfermedades y muerte para el medio ambiente y los consumidores de alimentos.