El Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (WFP, por sus siglas en inglés) alerta que 153 millones de niños y jóvenes “avanzan hacia la inanición” debido al impacto combinado de los conflictos, el cambio climático, la subida en los precios de alimentos y la guerra en Ucrania.
Lo anterior, pese a que los programas de alimentación escolar llegan a 418 millones de niños en todo el mundo, lo que supone un incremento de 7 por ciento, en comparación con los 388 millones beneficiados antes de la pandemia de covid-19.
El informe sobre El estado de la alimentación escolar a nivel mundial 2022, publicado este año, revela que si bien 41 por ciento de los niños que cursan primaria a nivel mundial recibe un alimento escolar, en los países ricos la tasa se eleva 61 por ciento, por lo que aún se requiere una mayor inversión para garantizar que todos los niños en condiciones de pobreza puedan acceder a un alimento en la escuela. Incrementar el número de beneficiarios, indica la WFP, que demanda al menos mil millones de dólares adicionales.
El organismo multinacional destaca que los programas de alimentación escolar han creado cerca de 4 millones de empleos directos en 85 países, lo que equivale a mil 377 empleos por cada 100 mil niños alimentados.
La mayoría de estos trabajos, afirma el WFP, “están relacionados con la preparación de alimentos, lo cual beneficia a cocineros locales y a pequeñas empresas de cáterin, la mayoría de ellas dirigidas por mujeres”.
Sin embargo, advierte que pese a la recuperación en el acceso de los estudiantes a comidas escolares, en países de ingresos bajos se mantiene 4 por ciento por debajo de los niveles previos a la pandemia de covid-19, incluso después de un incremento en los recursos que destinan países de ingresos bajos y medios para el financiamiento del programa, que se elevó de 30 por ciento en 2020 a 45 por ciento para 2022.
El WFP agrega que la inversión mundial anual para los programas de alimentación es de 48 mil millones de dólares, lo que crea un “mercado enorme y previsible para los alimentos y ofrece una oportunidad extraordinaria para transformar los sistemas alimentarios y las dietas, así como para responder de forma proactiva a la crisis alimentaria mundial”.
Los programas de alimentación escolar “permiten comprar más alimentos locales y adecuar las dietas de calidad a la producción local, con lo que se aumenta la agrobiodiversidad local y se refuerza la soberanía alimentaria. De este modo, se puede apoyar a los pequeños agricultores, especialmente a las mujeres del medio rural y a los productores autóctonos”.
Además, enfatizó que las comidas escolares son una acción “climáticamente inteligente que podrían estar a la vanguardia de las medidas que toman los países para ser más resilientes al clima, dado que se diversificarían las dietas, se alinearían la agricultura y las adquisiciones con la soberanía alimentaria local y replantearían las prácticas energéticas y agrícolas”.
Laura Poy Solano
Fuente: La Jornada