Moscú. La guerra de Ucrania se situó ayer al borde de una escalada fuera de control cuando se difundió la noticia de que un misil, supuestamente ruso, impactó en una granja de Polonia, miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), cerca de la frontera con Ucrania, lo que causó la muerte de dos personas.
El presidente polaco, Andrzej Duda, indicó que “de momento no tenemos una prueba inequívoca de quién disparó el misil, pero una investigación está en marcha. El proyectil que impactó en el pueblo fronterizo de Przewodów muy probablemente es de fabricación rusa”. El premier Mateusz Morawiecki pidió “calma y prudencia” tanto a la oposición como a la ciudadanía e informó que sus fuerzas militares fueron puestas en estado de alerta.
La declaración del mandatario llegó poco después de que el ministerio polaco del Exterior aseguró que el misil era de fabricación rusa, y precisó que el canciller Zbigniew Rau convocó al embajador ruso y “exigió explicaciones de inmediato”.
Horas antes se había descartado un ataque directo de Rusia contra un país de la OTAN y los primeros comentarios de su cuartel general en Bruselas adelantaban que no había elementos para considerar que se trataba de una declaración de guerra y, por tanto, no habría necesidad de activar los protocolos de la defensa común de la alianza noratlántica.
El consejo de seguridad de Polonia indicó entonces, tras una reunión, que se está llevando a cabo una investigación exhaustiva para determinar qué sucedió en realidad: si el misil ruso cayó ahí por error, si la explosión en la granja se debió a fragmentos de misiles rusos derribados por los ucranios o si pudo caer un misil ucranio de la defensa antiaérea.
Desde el otro lado de las trincheras, el ministerio ruso de Defensa emitió anoche una breve declaración categórica que asegura que “el ejército ruso no atacó este martes ningún objetivo cerca de la frontera ucranio-polaca”, por lo cual, dice, los fragmentos mostrados por los medios de comunicación de Polonia “nada tienen que ver con misiles rusos”.
Y se refirió a los hechos como “provocación deliberada” para “agravar la tensión”.
En tanto, el presidente de Ucrania, Volodymir Zelensky, dio por hecho que Rusia, país al que calificó de “Estado terrorista” cometió “un ataque contra la seguridad colectiva”, lo que supone una “escalada significativa”.
Para Zelensky, “cuanto más tiempo se sienta Rusia impune, más amenazas habrá para cualquiera que esté al alcance de los misiles rusos”; en tanto, el canciller Dmytro Kuleba, subrayó que “la respuesta colectiva a las acciones de Rusia tiene que ser enérgica y sin demora”, por lo cual, añadió, urge “convocar una cumbre de la OTAN con participación de Ucrania para diseñar las acciones conjuntas a tomar”.
Por la diferencia de horas con Bali, donde se está llevando a cabo la cumbre del G-20, la reacciones de los líderes de los principales países de la OTAN se conocerán hasta este miércoles, pero el canciller Serguei Lavrov, quien representaba a Rusia en lugar del presidente Vladimir Putin, abandonó Bali anoche, antes de finalizar la reunión.
Antes de abordar el avión que lo lleva de regreso a Moscú, Lavrov comentó a la televisión rusa que la declaración final de la cumbre del G-20 incluye “formulaciones equilibradas” y, por lo que ha podido saberse, en busca de consensos, por ejemplo, se condena la guerra sin culpar a nadie.
Lavrov también acusó a Ucrania de “no querer negociar la paz” y señaló que la posición del presidente Zelensky, que se dirigió este martes por videoconferencia a los participantes en la cumbre, “no es seria”.
Zelensky enfatizó que hay que hacer todo para detener la guerra y advirtió que “no va a haber un Minsk-3 (en alusión a los acuerdos que nunca se cumplieron durante los ocho años recientes) y rechazamos entrar al juego de Rusia de negociar entendimientos a sabiendas de que los va a incumplir porque sólo pretende congelar el conflicto y quedarse con los territorios ocupados”.
El mandatario de Ucrania reiteró que cuando llegue el día de negociar con Rusia planteará varias condiciones que no admiten discusión, entre otras: restablecer la integridad territorial del país, exigir que Rusia pague reparaciones por los daños causados, castigar a todos los criminales de guerra y garantizar que no se repita una agresión.
La misión del canciller Lavrov en Bali, donde en sus encuentros bilaterales escuchó reproches por la invasión rusa a Ucrania, se complicó ayer por lo que se considera uno de los más intensos bombardeos desde el comienzo de la guerra: cerca de cien misiles lanzados contra al menos una quincena de ciudades ucranias.
Se reportaron ataques en la capital, Kiev, y en Leópolis, Járkov, Chernygov, Poltava, Zhitomir, Cherkasy, Dnipropetrovsk, Vinitsia, Sumi, Kirovogrado, Jmelnitsky, Volinia, Kremenchuk y Krivoi Rog.
Los observadores se preguntan si con ese centenar de misiles y un número indeterminado de drones, que se centraron sobre todo en la infraestructura energética a lo largo y ancho de Ucrania, Rusia respondió al desafío que representó la visita que efectuó el lunes el presidente Zelensky a la liberada ciudad de Jersón, así como a los recientes avances del ejército ucranio ya del otro lado del río Dniéper, en la margen izquierda de la región de Jersón que defienden las tropas rusas, y también en Donietsk y Lugansk.
Aunque la defensa antiaérea ucrania asegura haber derribado un elevado número de misiles, en las redes sociales hay testimonios gráficos de fragmentos que cayeron causando destrozos sobre viviendas y otras instalaciones civiles, al tiempo que más de 7 millones de ucranios se quedaron sin electricidad, calefacción y agua corriente.
Juan Pablo Duch
Fuente: La Jornada