En el país, alrededor de 90 por ciento de los (2 mil 469) municipios no tienen autorizados sus instrumentos de planeación o carecen de él, aunque la meta al final del sexenio es que 500 (una quinta parte) estén actualizados y desarrollados, sostuvo Román Meyer titular de la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano (Sedatu).
Durante el foro El futuro de las ciudades en América Latina y México, Meyer explicó que estos instrumentos son los que dictaminan los usos de suelo, definen dónde y qué se puede construir en las zonas de asentamientos humanos. Dijo que ya se han actualizado más de 100 planes municipales en colaboración con los gobiernos de los ayuntamientos.
Sostuvo que México es una nación de baja recaudación de impuestos locales, por lo que se deben actualizar registros, catastros e instrumentos de planeación para abatir las grandes desigualdades en materia de servicios básicos.
Por su parte, Maimunah Mohd Sharif, directora del Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos, en un mensaje grabado se refirió a que 2020 fue un punto de inflexión estratégico a escala mundial, ya que tras la pandemia de Covid-19 hay un impacto significativo en el logro de la Agenda 2030 y ha puesto de relieve la existencia de fragilidades e inequidades, así como desafíos estructurales, especialmente para apoyar a los grupos más vulnerables.
Agregó que las ciudades y autoridades locales han estado en la primera línea de respuesta y recuperación ante la pandemia, pero se requiere acelerar las soluciones para abordar los desafíos del mundo y lograr los resultados establecidos para 2030.
A su vez, Martha Delgado, subsecretaria de Asuntos Multilaterales y Derechos Humanos de la SRE, sostuvo que los asentamientos humanos de América Latina y el Caribe enfrentan retos similares, son sociedades profundamente desiguales, habitadas por 80 por ciento de la población y se prevé que para 2050 llegaría a 90 por ciento. Indicó que la región es la más urbanizada y las ciudades deben convertirse en una solución de los problemas.
Angélica Enciso L.
Fuente: La Jornada