Una sucesión de hechos ocurridos el viernes 22 de marzo podrían marcar un punto de inflexión en la guerra subrogada o proxy de EU y la OTAN contra Rusia en Ucrania. La madrugada de ese día, cinco después de la relección de Vladimir Putin para un nuevo mandato en el Kremlin, las fuerzas armadas de Rusia lanzaron un ataque masivo con armas de alta precisión de largo alcance, marítimas, terrestres y con vehículos aéreos no tripulados −entre ellos varios misiles hipersónicos Kinzhal (Puñal)− contra infraestructura energética, el sector militar-industrial, arsenales, cruces ferroviarios y lugares de despliegue del ejército de Ucrania y mercenarios extranjeros, socavando el funcionamiento de las empresas industriales de producción y reparación de armas, equipos militares y municiones, alcanzando la estratégica planta de Electro Tiazhmash en la ciudad de Járkov, donde había equipo militar pesado, y la central hidroeléctrica de Dniéper, en Zaporiyia.
Por la mañana, en entrevista con el diario Argumenty i Fakty (Argumentos y Hechos), el portavoz presidencial ruso, Dmitri Peskov, declaró que la operación militar especial lanzada por Rusia el 24 de febrero de 2022 se convirtió en una “guerra” después de que la OTAN intervino en el conflicto. Dijo: “Rusia se encuentra ahora en guerra. Sí, esto comenzó como una operación militar especial, pero apenas se configuró allí ese grupúsculo, cuando el Occidente colectivo se convirtió en un participante del lado de Ucrania, para nosotros se convirtió en una guerra”. Agregó que el objetivo de Rusia ahora es garantizar la seguridad de la población de las cuatro nuevas regiones del país (Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia) y liberar el territorio. “Tenemos cuatro nuevas entidades federales. Lo principal para nosotros es garantizar la seguridad de la gente en esas entidades y liberar el territorio que está ocupado de facto por el régimen de Kiev”, destacó Peskov. Reiteró que Rusia no puede permitir la existencia en sus fronteras de un Estado que tiene la intención documentada de utilizar cualquier método para arrebatarle Crimea y las nuevas regiones.
La tarde del 22 de marzo, una fuente europea citada por el periodista Pepe Escobar, confirmó que tropas regulares de Francia, Alemania y Polonia habían llegado por aire y ferrocarril a Cherkassy, al sur de Kiev, y aunque no precisó el número, señaló que a efectos prácticos “se trata de una fuerza de la OTAN”. Previamente, en su discurso tras confirmarse su relección, Putin dijo que Rusia aceptaría un acuerdo con Ucrania con eje en la propuesta del ex jefe supremo de la OTAN, almirante James Stravidis, similar a la utilizada en la península de Corea. Red Voltaire consignó que, según esa solución, el río Dniéper serviría de barrera y frontera natural entre Rusia y Ucrania, y el Kremlin abandonaría su proyecto de liberar Odesa y extender su control hasta la región de Transnistria. Por su parte, Ucrania debería renunciar a recuperar la península de Crimea, la región de Donbás y la mayor parte de la Novorrosiya (Nueva Rusia). [El 21 de marzo, el Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia reveló que Francia estaba considerando enviar 2 mil soldados a Ucrania. Ante el inminente colapso del ejército ucranio en la línea del frente, la idea del presidente Emmanuel Macron sería enviar tropas de la OTAN para que los soldados ucranianos que estaban en posiciones defensivas pudieran avanzar hacia el frente y, en segundo lugar, contener el avance ruso en el Donbás y evitar la toma de Odesa y la conexión de Transnistria con la Novorrosiya.]
El 22 de marzo, un comando perpetró un ataque terrorista en el Crocus City Hall, sala de conciertos en las afueras de Moscú; tras disparar contra civiles indefensos, el grupo prendió fuego al edificio desde el interior, con saldo provisional de 144 muertos, entre ellos cinco niños, y 551 heridos. Un día después, cuatro terroristas originarios de Tayikistán fueron arrestados cuando trataban de cruzar la frontera ucrania y confesaron haber sido reclutados por la red social Telegram para “matar por dinero”. Es decir, no eran fanáticos sino profesionales contratados en el marco de una operación militar.
Ya entonces habían comenzado a configurarse dos hipótesis principales sobre la autoría intelectual de la matanza: la de Estados Unidos (a través del portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, almirante John Kirby, Adrienne Wilson, Karine Jean-Pierre et al), exonerando a Ucrania y responsabilizando al ISIS-K (el grupo yihadista Daesh, también denominado Estado Islámico, hechura de la CIA y el MI6 británico), y la del Servicio Federal de Seguridad de Rusia, que desde un principio delineó la “huella ucraniana”, cuyo hilo ascendente llegaría hasta el jefe de la Dirección Principal de Inteligencia del Ministerio de Defensa de Ucrania (GUR), Kiril Budanov, el jefe de los espías que resulta ser el principal activo de la Agencia Central de Inteligencia y el servicio secreto británico en Kiev.
Si bien el propio Putin reconoció que los autores materiales de la matanza fueron islamitas radicales, podría tratarse de una clásica operación de bandera falsa orquestada por el GUR. Como antecedente, desde 2014 la subsecretaria de Estado de EU, Victoria Nuland, ha sido una conspiradora clave para las actividades de guerra sucia encubierta de la CIA y el GUR (Budanov). Tras reunirse con Budanov, en Kiev, el 31 de enero pasado, Nuland prometió “sorpresas desagradables” a Putin, código oficioso para la guerra no convencional asimétrica y las operaciones clandestinas profundas detrás de la línea del frente. Ergo: Moscú.
El 26 de marzo el Kremlin anunció medidas de represalia. La población rusa dio a Putin carta blanca para ejercer un castigo brutal. El viernes 29, las fuerzas armadas rusas asestaron otra serie de golpes masivos con misiles hipersónicos Kinzhal y Tsirkon y vehículos no tripulados contra la infraestructura energética y de extracción de gas y los sistemas de defensa antiaérea de Ucrania, cuyo objetivo es privar a Kiev de la capacidad de librar el conflicto bélico. El domingo 31 las cancillerías de China, Turquía y Kazajistán pidieron a sus ciudadanos abandonar de inmediato las regiones de Odessa, Jarkov y Kiev. Al parecer, Rusia escalará su contraofensiva.
¿Responderá la OTAN?
Carlos Fazio
Fuente: La Jornada