Alvaro Aragón Ayala
El pleito por el control del PRI-Sinaloa, partido que ya no gana elecciones, crece conforme se acerca el 7 de diciembre, día en que vence el periodo legal de la actual dirigencia que ostenta Cinthia Valenzuela Langarica, quien languidece de rodillas, con disfraz de oposición, en el Congreso Local, alineada al proyecto de la Cuarta Transformación.
El PRI, a cuya derrota del 2021 contribuyeron priistas, panistas y perredistas, caricaturescamente integrados a la alianza “Va por Sinaloa”, al frente con el candidato perdedor, Mario Zamora Gastélum, quedó hecho añicos, convertido en una especie de rompecabezas, con piezas sueltas sin ningún valor político-electoral.
Porque lo único que le queda rumbo al 2021 son las diputaciones plurinominales, quizá 5 o menos, y las regidurías pluris, el PRI Nacional explora tres opciones para definir a su futura directiva en Sinaloa: por consejo político, por consulta “a las bases” y por consenso. El método es lo de menos. La genética del PRI es la traición.
El compromiso de quien relevará a Cinthia Valenzuela, inútil e intrascendente dirigente del tricolor, será sacar al PRI de la tumba para que compita en estado zombi en las próximas elecciones, con un desfile de candidatos de mayoría relativa, que no ganarán, pero que permitirían tomar espacios plurinominales. Nada más.
Poseen experiencia política para dirigir y revivir el cadáver político llamado PRI: Aarón Irízar, Aarón Rivas Loaiza, Pablo Moreno Cota, Faustino Hernández, Álvaro Ruelas y Jorge Abel López Sánchez. Hacen ruido las mujeres, algunas de pelo en pecho y otras muy femeninas curtidas en las faenas electorales derrotistas. Hay aspirantes menores: Marcos Osuna, Bernardino Antelo y otros acelerados que andan sueltos.
Varios de los aspirantes, no solo uno, tienen planes, si es que se le “regala” la dirigencia del PRI-Sinaloa, de trasladarse inmediatamente al Tercer Piso a vender o rematar los despojos del tricolor a la Cuarta Transformación. Se frotan las manos de codicia ¿Verdad?
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