En el Lago de Atitlán, Guatemala, se encuentra oculta en las profundidades una de las ciudades más importantes del Preclásico Maya.
La ciudad de Atlántida o Atlantis, es un legendario y mítico reino mencionado por primera vez por el filósofo griego Platón en sus diálogos “Timeo” y “Crítias”, escritos alrededor de 360 a.C. obras en las que el filósofo describía a Atlántida como una isla avanzada y poderosa que existió miles de años antes de su propia época.
Según el relato de Platón, Atlántida estaba situada “más allá de las Columnas de Hércules”, que se cree que se refieren a los estrechos de Gibraltar. Desde entonces, la humanidad ha dedicado decenas de años de estudios a investigar si este lugar existió o no. A pesar de que no existen pruebas arqueológicas, geológicas o históricas sólidas que respalden la existencia real de la ciudad de Atlántida, lo cierto es que algunos teóricos y entusiastas han especulado sobre posibles ubicaciones y evidencias de una sociedad que existía en las profundidades.
Yonaguni Photos / Masahiro Kaji
¿Cómo era el reino de Atlantis y dónde estaba?
La descripción que Platón ofrece de Atlántida en sus diálogos sugiere que era una ciudad avanzada y rica, con un complejo sistema de canales y anillos de agua, y estaba gobernada por reyes sabios y benevolentes. Según el relato, la civilización atlante se habría vuelto corrupta y habría caído en decadencia moral, lo que finalmente llevó a su destrucción catastrófica en un solo día y una noche.
Algunas de las teorías más aventuradas han sugerido que Atlántida podría haber estado ubicada en el Mar Mediterráneo, en el Caribe, o incluso en la Antártida. Sin embargo, un estudio de 2018 realizado por la empresa privada británica Merlin Burrows, que dedicada a la búsqueda mediante el escaneo satelital, asegura que la fantasiosa isla descrita en los textos de Platón existía y estaba aledaño del parque nacional Doñana, ubicado al norte de Andalucía.
Vasija encontrada en la ciudad hundida de Samabaj. Foto: pueblosoriginarios.com
Atlantis y la teoría de que eran los Mayas
Charles Étienne Brasseur de Bourbourg, fue un sacerdote, historiador y etnógrafo francés que es conocido por sus contribuciones a la investigación de las culturas en Centroamérica, así como por sus teorías controvertidas sobre la conexión entre la civilización Maya y la Atlántida.
Bourbourg sostuvo la idea de que las civilizaciones antiguas de Mesoamérica, en particular los Mayas, estaban conectadas con la Atlántida, por lo que en su obra “Los Orígenes de la Civilización en Mesoamérica”, publicada en 1857, Bourbourg argumentó que los conocimientos y las creencias de los Mayas eran la prueba tangible de la influencia que tenían como parte de la cultura atlante. Sin embargo, sus ideas no fueron ampliamente aceptadas por la comunidad académica.
El francés basó gran parte de sus teorías en interpretaciones no convencionales de los textos y códices mayas. En su opinión, encontró similitudes entre los nombres y los términos utilizados en los textos mayas y los elementos de la historia de la Atlántida descrita por Platón. Además, interpretó las leyendas y mitos mayas como posibles reminiscencias de una conexión histórica con la Atlántida, sin embargo, estas teorías nunca han sido comprobadas.
La civilización Maya bajo el agua
En el Lago de Atitlán ubicado en el departamento de Sololá, Guatemala, se encuentra oculta bajo sus aguas una de las ciudades más importantes del Preclásico maya; el sitio era totalmente desconocido hasta que fue descubierto en 1994 por Roberto Samayoa, quien realizando actividades de buceo encontró una vasija
Las pruebas más cercanas fueron encontradas por el Instituto Nacional de Antropología e Historia, quien en 2022 participó en el estudio de Samabaj, dirigido por la arqueóloga Helena Barba Meinecke, en donde se encontraron vestigios de civilización de vida milenarios en la ciudad hundida de Samabaj, considerada la Atlantis mesoamericana, misma que se elevaba 175 metros sobre el fondo del lago, con más de 470 metros de norte a sur y 344 metros de este a oeste.
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Estefanía Arreola
Fuente: El Heraldo de México