Alvaro Aragón Ayala
“Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie…y, después, todo será igual pese a que todo habrá cambiado (…) una de esas batallas que se libran para que todo siga como está”: EL GATOPARDO, del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957).
En materia de combate a la corrupción, una facción del Poder Legislativo en Sinaloa es ya un símil de los Congresos Locales manipulados por los gobiernos priistas de Juan S. Millán, Jesús Aguilar Padilla, Mario López Valdez y Quirino Ordaz Coppel, con la salvedad de que durante el régimen de Quirino los diputados de Morena exigieron transparentar el ejercicio de la función pública estatal y pusieron a “parir cuates” a la titular de la Auditoría Superior del Estado, Emma Guadalupe Félix Rivera, a quien acusaron de proteger las corruptelas del gobernador.
El teorema de “no mentir, no robar y no traicionar al pueblo” quedó atorada en la puerta del Congreso Local en su intento de ingreso a la 64 Legislatura, cediéndole espacio, en la fracción parlamentaria de Morena, a la penetración del gatopardo y al uso constante de prácticas demagógicas, platónicas, que ofrecen la lectura de querer preservar el suministro del atole con el dedo a la sociedad sinaloense, moldeándole un discurso con “figura filosófica” al trabajo legislativo con el cuento de que sí les interesa a los diputados morenos el combate a la corrupción, pero solo como epístola.
En su accionar, Feliciano Castro Meléndez, presidente de la bancada de Morena y presidente de Junta de Coordinación Política del Congreso Local, deja el rastro de que busca los reflectores político-legislativos para posicionar su imagen como alternativa para la candidatura al Senado de la República o a la alcaldía de Culiacán o bien la de una diputación federal, usando una retórica ramplona, color de rosa, en torno al desarrollo del “trabajo legislativo”, la cual no impacta, no convence a la sociedad. Las peroratas de Feliciano rayan en la construcción de falsos imaginarios sociales y políticos.
No hay todavía una faena concreta que precise que los legisladores de Feliciano Castro intenten involucrarse, de lleno, en el combate a la corrupción. En cambio, la lectura que se manda a la sociedad es en el sentido de pretender encubrir latrocinios de funcionarios de las pasadas administraciones estatales.
Exacto: el ex gobernador Quirino Ordaz y su pandilla parecen estar a salvo o ya lo están de cualquier auditoría seria. Para no meterse de lleno al tema del combate a la corrupción, cada vez que se enderezan acusaciones de corrupción, Castro Meléndrez pronuncia discursos que divulga por sus espacios digitales, arengas que por su contenido lindan en lo “cosmológico” y lo “filosófico”.
Instalado en su galaxia discursiva, el presidente de la JuCoPO se ubica como defensor del argumento platónico concerniente al valor positivo de los discursos falsos, esa idea filoniana de que ciertos relatos pueden constituir una ‘falsedad beneficiosa’. Con el famoso tópico de la ‘mentira noble’ intenta rebasar el umbral de lo “tradicional” o lo “normal” para aparentar encauzar las grandes reformas jurídicas-legislativas que requiere Sinaloa para cimentar las bases del estado del Bienestar.
En un primer análisis sobre el reto de Feliciano Castro como dirigente de los legisladores de Morena se estableció que en el combate a la corrupción enfrentaría las inercias y los intereses de grupos de poder representados en el Congreso Local por los diputados del PRI y del PAN con ramificaciones con personajes con alta capacidad económica e injerencia en los medios de comunicación que faenan en el Proyecto Nacional 2014 y que buscan el retorno de las “fuerzas más obscuras” a Palacio Nacional y el rescate en el 2027 del gobierno de Sinaloa.
El diagnóstico arrojó que grupos neoliberales le apuestan al ejercicio de una política gatoparda en el Legislativo con el propósito de que el estatus quo estatal permanezca inalterable para seguir gozando de prebendas gubernamentales y de otros beneficios colaterales que ofrece el influyentismo, el amiguismo y el compadrazgo. En concreto: para que persista el estado de corrupción.
Ya quedó claro que Feliciano Castro Meléndez se hermanó con los diputados del PRI, con Sergio Mario Arredondo Salas y Ricardo Madrid Pérez, representante en el Congreso de la alcurnia priista en Sinaloa. La unión con quienes, uno de la coordinación del grupo parlamentario del tricolor y otro de la Comisión de Fiscalización del Congreso Local, protegen a Quirino Ordaz Coppel y a su pandilla de funcionarios corruptos, es prueba fehaciente de que la 64 Legislatura, cuando menos la facción de Feliciano, es ya un símil de otras legislaturas, con excepción de la 63, en donde los diputados lopezobradoristas sí pugnaron por sentar en el banquillo de los acusados al ahora ex gobernador
En el Congreso del Estado el gatopardo dicta la línea. El discurso felicianano es ramplón, platónico y tramposo. En una facción del Poder Legislativo todo cambio para seguir igual…o peor.