Hombres que luchan por el machismo; por un país sin violencia contra mujeres

El activista Germán Ortiz alerta que cualquier varón machista no está lejos de ser feminicida, pues detalla que eso “es una regla”, ya que la violencia tiene esa característica, “es cíclica y es mortal”.

Para recordarnos qué tan machista es México ahí están las cifras: al día se cometen cerca de 11 feminicidios, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas.

Desde que se tiene registro, según el SESNSP, 2021 fue el año con más feminicidios: mil seis; sin embargo, las cifras no cuadran con la ONU, hasta que se suman los dos mil 747 homicidios dolosos contra mujeres ocurridos también en ese año.

Mayo de 2022 registró 27 mil 106 delitos de violencia familiar, el número más alto desde 2015, detalla el último reporte del Secretariado ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), de septiembre. Ser machista es en todo momento ser un potencial feminicida.

“Los hombres en la creencia de que pueden y deben dominar a las personas son quienes llegan al feminicidio, o sea, cualquier hombre machista no está lejos de ser feminicida, eso es una regla, porque la violencia, tiene esa cuestión, esa característica, es cíclica y es mortal”, así lo define Germán Ortiz Pacheco, uno de los fundadores del Movimiento de Hombres por Relaciones Equitativas y sin Violencia (Mhoresvi).

Mhoresvi es una asociación de hombres ayudando a otros hombres para que dejen de ejercer violencia en las relaciones familiares.

“Lo principal que hacemos en los grupos es que los hombres se den cuenta, primero, que su manera de ‘ser hombres’ han sido un aprendizaje de siempre tener el poder e imponer sobre otras personas, y como en el medio social es imponernos en todo, donde realmente vamos a descargar todo esto es en el núcleo familiar, ahí podemos ser los ‘reyes’, ‘sabios’, ‘machines’, podemos ser lo que queramos en el espacio familiar y esa ahí donde se genera el mayor abuso de poder, hacia la pareja, hacia los hijos, las hijas y otras personas que tiene menor poder que nosotros”, explicó Ortiz Pacheco.

A través de un programa de tres niveles, que de corrido lleva dos años y medio tomarlo, Mhoresvi va deconstruyendo las actitudes machistas de los hombres para que aprendan a reconocer los detonantes de la violencia, principal expresión del machismo, contenerla y erradicarla. Sin embargo, no es un proceso lineal, muchos hombres tienen recaídas, van y vienen del grupo, pues erradicar el machismo de la personalidad es un trabajo que no termina en toda la vida, advirtió Germán.

“El programa lo hicieron un grupo de sicólogos que también eran facilitadores, que también trabajaban su proceso personal, y nosotros lo hemos retomado y lo hemos ido modificando y enriqueciendo, con base en capacitaciones que tomamos, o sea, quienes estamos de facilitadores hemos transitado todo el programa y del gusto del beneficio recibido por los efectos que tenemos en nuestras vidas, hemos decidido dedicar nuestro tiempo a compartirlo con otros hombres”, añadió.

Algunos hombres llegan por decisión propia, aunque otros llegan para cumplir con medidas por procesos legales en su contra, producto de la violencia ejercida contra sus parejas, sea cual sea el motivo por el que llegan a Mhoresvi, deben comprometerse a cambiar los patrones de cultura machista.

“Cuando los hombres no pueden tocar su parte emocional están en una situación de patología y lo que le decimos es que hay que ponerle un límite, le decimos, ‘si tú no vas a una valoración siquiátrica no puedes permanecer en este grupo’, porque no los podemos atender, no le podemos ayudar en nada, no sé si en atenciones especializadas les pueden ayudar, pero en el grupo no podemos ayudarles”, refirió Germán.  

Germán, quien también llegó al grupo buscando cambiar sus actitudes machistas, confirmó a Excélsior que no todos los hombres necesitan un proceso de ayuda como el ofrecido por Mhoresvi.

“Al grupo de hombres llegan albañiles, chóferes, obreros, empresarios, académicos, sicólogos, doctores, todos llegamos con la misma problemática porque creemos que por ser hombres tenemos privilegios y derechos sobre las otras personas; quizá no todos, pero sí 99.9% de los hombres que nacimos, crecimos, en una sociedad como la nuestra, que es una sociedad patriarcal, machista”.

Hombres Necios

Hombres Necios es otra iniciativa similar a la de Mhoresvi, en este caso, su fundador, Edmundo Castelán es sociólogo.

“Surge para generar un espacio de encuentro donde los hombres podamos reunirnos para reconocer nuestros ejercicios de violencia, principalmente contra las mujeres, pero no sólo con ellas, también contra infancias o adultos mayores, entre los mismos hombres”, declaró.

Hay dos formatos para asistir: el presencial, que se realiza todos los martes de 7 a 9 pm en el café Renaced, ubicado en la calle de Monte Albán 411, colonia Vértiz Narvarte, o de manera virtual los sábados de 10 am a 12 pm. En octubre pasado, la iniciativa cumplió tres años.

“Antes de pandemia que estábamos en otro espacio y nos llegábamos a reunir como 40 hombres, después llegó la pandemia, estaba habiendo este boom de lo virtual y aproveché para experimentarlo, y ahí han habido, no lo sé, otros 10 hombres quizá… y empezamos en enero de este año, retomando el espacio presencial y han sido como 10 hombres los que vienen”, recordó Castelán.

En este caso no es un proceso, un curso o algo similar, simplemente sesiones semana a semana en la que los hombres hablan sobre sus vivencias y si estas estuvieron o no marcadas por el machismo.

“Yo no graduaría a nadie, ni a mí, el que yo facilite esto, o sea, el coordinador, no me hace, y reconozco que no soy alguien que deje de ejercer violencia, reconozco que, en algunos momentos de mi vida cotidiana, he ejercido violencia, y así la mayoría de los hombres”, reconoció Edmundo.

Por eso aseguró que el trabajo para eliminar el machismo debe ser un proyecto de vida.

“Quizá voy a tener más herramientas para darme cuenta de cómo he ejercido violencia, de cuando estoy a punto de ejercerla y eso me permitirá no hacerlo; el machismo son prácticas, son hábitos, valores, son formas de sentir, son formas de mirar, de ser y de estar en el mundo, de mirarme a mí mismo y de mirar a las demás personas, entonces ahí yo diría es un proceso, no es como un tumor, un tumor no lo quitas como proceso, lo quitas como una operación de un día”, señaló.

Reconocer la violencia, para dejar de ejercerla

Marco Polo Martínez, de 44 años, llegó al grupo de Mhoresvi, desde hace 17 años, cuando como parte de las exigencias por la separación de su primera esposa.

“Tuve un conflicto con mi primera esposa y por cuestiones legales me solicitaron, para el tema del divorcio, acudir a algún programa de emoción, de manejo de inteligencia emocional… buscar ayuda”.

Los episodios de violencia contra ella llegaron, incluso, a la intervención de la policía.

“Tuvimos situaciones o hechos de violencia en donde tuvieron que intervenir los vecinos… todo se escuchaba, como los ruidos de las cosas que se rompen.

“Se ejerció la violencia física, romper vasos, platos… zarandeo, bofetadas, entonces sí hubo violencia física y tuvieron que intervenir más personas, incluso, en alguna ocasión llegaron a llamar a la patrulla porque el nivel de violencia que se estaba ejerciendo en el hogar.

“Algo que descubrí es que la cuestión de la violencia es cultural, porque, por ejemplo, en aquel entonces le dije: ‘al ser la mamá de mi hijo no me acuses, ni modo que me van a meter a la cárcel, dile al policía que todo está bien’; y pues obviamente ella, para mantener una relación, le dijo al policía que todo estaba bien, ‘no pasa nada’”.

Los celos avivaban la violencia

“Por el amor que le profesamos a la pareja, ‘es que te quiero y te tengo que cuidar y por eso es que ando tras de ti para que nada malo te pase’, eso era lo que mi cabeza, de alguna manera, dictaba hacia mi pareja para convencerla de que mis hechos y mis actitudes eran normales.

“Pero en el grupo descubrí que era un precepto social en el que yo creía que si ella me ponía el cuerno o si andaba con otro, o si ella tenía relaciones extranoviazgo en ese entonces, me iban a hacer quedar mal como hombre, cómo me iban a ver mis amistades, cómo me iban ver las personas de, ‘mira, allá va al que están engañando’”. 

Marco ha pasado los tres niveles del programa de Mhorevi, con pausas en el mismo, yendo y viniendo, pero sabiendo que la mejor forma para contener la violencia es seguir trabajando día a día.

“Hay un proceso en el grupo en donde vas identificando en qué momento vas gradualmente en riesgo de explotar y ejercer violencia, entonces, al cabo de practicarlo durante tanto tiempo, ya logró identificar cuando parte mí está en ese riesgo, que aquí en el grupo le llamamos riesgo fatal, y respiro… Una de las técnicas que también manejan es que cuando ya sientes que estás en esa situación haces un alto, te retiras y vas y reflexionas sobre lo que está pasando y luego regresas y pides permiso para poder entablar una conversación”.

“Recaigo, pero hay que chambearlo”

David Torres es comerciante en Centro Histórico, un ambiente hostil para ser un hombre deconstruido. 

“Por ejemplo, luego pasan (las mujeres) y te dicen los demás varones: ‘mira esto, lo otro’, y les expreso lo que he aprendido, seguridad, integridad y esto se lo transmites, de cómo ves a las mujeres”

“Cuando estoy parado por algún lugar y pasa una chica, pues sí la ves, pero nada más hasta ahí, no se les chifla ni se les acosa, porque eso es muy diferente”.

Desde enero, David se unió a la iniciativa Hombres Necios, al reconocer en él la violencia que ejercía contra su esposa e hijo.

“Voy descubriendo y digo, ‘me estoy manchando en el compartimiento hacia mi mujer, hacia mi hijo, hacia la gente’… a veces llego muy explosivo al grupo y empiezo a hablar y hablar, y a través de la meditación me voy dando cuenta dónde hay que chambear o dónde hay que bajarle, a nivelarle y a darle”.

Siente que uno de los cambios más notorios se da en la relación que lleva con su hijo de 11 años.

“Tengo otros dos hijos, ya mayores, con el pequeño ya me acercó más, trato de entenderlo a través de las reflexiones que voy haciendo aquí, porque luego uno siempre trae el tema con los hijos, ya meditas y encuentras una respuesta”.

Sin embargo, reconoce que aún le “falta muchísimo, en lo personal me consideró que de repente recaigo y hay que chambearlo, pero no creo que sea difícil.

“De hecho, en el círculo tenemos una dinámica que cuando uno está hablando y te ves reflejado alzas la mano, simbolizando que ‘yo pasé por lo mismo y estoy contigo y te acompaño’, y ahí te das cuenta de que no estás solo, no eres el único loco o el único que está pasando por esa situación”.

Está consciente de que debe cuidar la situación física y mental de su familia.

“De ahí partimos, ese es el trabajo que hay que estar haciendo constantemente, nosotros, los hombres, ahora, observándonos y viendo nuestros comportamientos, nuestros pensamientos, hacia dónde nos llevan, para tener autoconocimiento y control”.

Al final lo que aprende no se lo queda sólo para él, sino que sus cambios de actitudes van influenciado a su círculo cercano.

“Existe Alcohólicos y Neuróticas Anónimos, sin embargo, el tiempo que llevo acudiendo aquí (a Hombres Necios) salgo con herramientas que tal vez ya existen dentro de mí y las voy descubriendo”.

“Permitirme demostrar el cariño”

Alonso Sánchez de 33 años, arquitecto, no sabe qué pensarían sus exparejas si se enteraran que ahora va a un grupo, como Hombres Necios, para reflexionar sobre el machismo.

“No sé qué dirían, creo que les caería bien la noticia, claro, como todos los hombres, ejercí y ejerzo mis violencias, las tengo, las conozco, algunas no las quiero reconocer todavía, me cuesta trabajo, sé que están ahí y con las compañeras que he tenido sé que también conocen esas violencias”.

Él tiene cerca de tres meses asistiendo a la iniciativa fundada por Edmundo Castelán.

“Cuando te das cuenta de todos esos machismos que uno tiene día a día, que todas esas actitudes y cuando las empiezas a compartir con otros se entiende, porque estamos en un clima de violencia muy extremo hacia las mujeres y también hacia nosotros, pero, sobre todo, a las mujeres, porque no sólo no lo hablamos, lo negamos”.

Entre las cosas que ya no se permite tras los meses de reflexión es guardar las muestras de cariño a su hijo de 13 años.

“El cariño que le doy, por ejemplo, a mi hijo, que además sí me costó un poco más de trabajo, pero ahora el abrazo, el beso, el decirle te quiero, eso ya no me lo permito dejarlo de lado, ya lo hago y lo procuro, y en cada instante que puedo es un abrazo o inclusive tomarlo de la mano, ya no me he permitido quedarme sin eso”.

También considera que el machismo es una actitud que vivirá por mucho tiempo dentro de los hombres.

“Creo que no se supera, creo que se puede aprender a vivir con dinámicas menos machistas, quizá sí se podría, pero requiere de muchísimo tiempo, inteligencia emocional, herramientas, mucho trabajo, no he visto un hombre que no haya ejercido algún tipo de violencia, así sea la mínima.

“Sin embargo, este tipo de iniciativas nos da la posibilidad de ver todos esos machismos de frente y de ahí tomar acción y decidirte”, puntualizó.

Abraham Nava

Fuente: Excelsior