Álvaro Aragón Ayala
El proceso de integración del gabinete rochista genera recelo y regocijo en el seno de las secretarías y dependencias estatales menores porque choca, por un lado, con la raigambre priista-panista de un segmento de trabajadores y, porque, por otra arista, despierta el anhelo de otra fracción de empleados interesados en que se genere un cambio profundo en esas entidades públicas.
La designación de funcionarios que ya saben que tienen que ajustar las actividades del nuevo gobierno a los postulados de la Cuarta Transformación y a los lineamientos de una administración que le apostará a la austeridad, poniendo un alto a la corrupción, mantiene con el Jesús en la boca a quienes gozan de privilegios no merecidos en las secretarías y con un buen sabor de boca a quienes, pese a sus capacidades y desempeño, han sido tradicionalmente relegados.
Un primer diagnóstico sobre las “entrañas” de las secretarías de gobierno arroja que, en su mayoría, los líderes sindicales o grupos que se han enquistado en las áreas claves de las dependencias ejercen fuerte “influencia” sobre sus superiores inmediatos, dándose casos en que operan áreas o departamentos enteros como si fueran de su propiedad, perjudicando a la mayoría de los empleados agrupados o de confianza, mermando la producción o el rendimiento laboral.
Habitualmente, para mantener la apariencia de que toda marcha sobre ruedas, los secretarios de los diferentes gabinetes -Sinaloa ha sido gobernado por el PRI amafiado con el PAN y con los grupos empresariales-, han cedido plazas o espacios a la mafia del poder o a la llamada nomenclatura, la cual mantiene colocados a sus incondicionales en áreas específicas de la administración pública estatal.
En algunos casos los secretarios han capitulado a las presiones de los grupos de poder internos y externos acostumbrados a amenazar con desestabilizar o tomar las dependencias si no ceden a sus chantajes.
En las propias secretarias dependencias de gobierno identifican a los empleados como millanistas, aguilaristas, malovistas o quirinistas o bien como gente que consiguió su plaza laboral por petición del secretario fulano o zutano, etiquetas con las que tratan de influir o de que se les exima del cumplimiento de sus tareas de trabajo. Se han dado casos en que los “influyentes” han participado, ya sea por omisión o por complicidad abierta, en actos de corrupción en que han incurrido ex secretarios, a los que llaman sus padrinos.
Para la desgracia de un segmento de trabajadores y la alegría de otros que son mayoría, el gobernador electo de Sinaloa, Rubén Rocha Moya, no tiene entre sus planes integrar un gabinete gatopardo para aparentar que cambiará la forma de hacer gobierno, sino que conforma un equipo de trabajo de primer nivel que le ayudará a aterrizar un ambicioso plan de gobierno que encuadre en los postulados de la Cuarta Transformación. Los nombres de los futuros funcionarios espantan a unos y a otros le genera satisfacción o amplio regocijo.
Enrique Inzunza Cázarez quien fue designado Secretaría General de Gobierno genera enojo en el Tercer Piso del Gobierno Estatal porque no se ajusta a los “lineamientos” de Quirino Ordaz Coppel, gobernador saliente que le apostaba a que colocaran ahí a un funcionario del que pudiera seguir recibiendo “apapachos”. Por ser considerado un funcionario anticorrupción levanta prurito entre empleados estatales marrulleros.
Adriana Ochoa del Toro, a quien Rubén Rocha Moya colocó como su futura Coordinadora de Comunicación Social, genera aplausos al interior de esa dependencia, cuyos empleados viven bajo el yugo de los “despilfarradores” Alberto Camacho y Jair Flores Téllez, y provoca simpatías entre un número considerable de comunicadores por su alto sentido profesional y desagrado entre quienes en el proceso electoral pasado, desataron contra el hoy gobernador electo una perversa campaña de difamaciones y calumnias.
El nombre de Ruth Díaz para la Secretaría del Bienestar mantiene asustados a quienes aún bailan al son de “Puro Sinaloa” en Sedesu y Sedeso, dependencias que serán funcionadas. La grilla quirinista en estas dos secretarías que serán unidas para crear la SEBIEN, está al rojo vivo.
El hecho de que se mencione a Cristóbal Castañeda Camarillo para que repita en Secretaría de Seguridad Pública genera desconcierto al interior y exterior de esa dependencia por los escasos resultados que ha tenido en materia de prevención y combate a la delincuencia en todas sus modalidades.
El nombre de Héctor Melesio Cuén Ojeda para que ocupe la Secretaría de Salud, de acuerdo a los planes de Rubén Rocha, despierta alegría entre los médicos y enfermeras que esperan ahí que llegue un secretario que rescate la dependencia, en la cual confluyen diferentes intereses que no la han dejado crecer. Varios exsecretarios de Salud han sido acusados de corrupción. Símbolo del abandono en que se encuentra la Secretaría de Salud es el deteriorado Hospital General, el desgano con que se atiende a los niños con cáncer, a los enfermos de diabetes y a la pandemia.
De Javier Gaxiola Coppel que es llamado a ocupar la Secretaría de Economía, se dice, en los grupos Intercamerales o de la Iniciativa Privada, que es el idóneo para ocupar ese cargo, aunque los morenistas de mala leche lo critican sepa Dios porqué. El personal de esta dependencia está estrechamente ligado a la Coparmex y otros sectores patronales o empresariales de Sinaloa que pujan por el control de la Codesin.
La designación de Alejandro Higuera Osuna como secretario particular del Gobernador causa bajas pasiones de panistas, priistas, perredistas y otras especies políticas que están diseminadas en diferentes secretarías y áreas de gobierno.
Los empleados del gobierno estatal le dan seguimiento a Graciela Domínguez Nava, de la que se dijo, primero, que iría a la Secretaría de Transparencia y Rendición de Cuentas y de quien ahora se especula que podría ir a la SEPyC. Le temen unos y la quieren otros porque es considerada una mujer que, en donde la pongan, va a buscar limpiar de corruptelas y «aviadores» la dependencia que le toque.
En fin, en cada una de las secretarías y departamentos del gobierno estatal hay excelentes, buenos, regulares y malos empleados, sindicalizados y de confianza y también «aviadores». Los menos le apuestan a que todo siga igual, que nadie perturbe el estado de cosas, pero la mayoría, aquellos que se han ganado su plaza o puesto a base de esfuerzo y mucho trabajo, esperan con ansias a los nuevos secretarios para ponerse a sus órdenes y comenzar a trabajar de acuerdo a los lineamientos de la Cuarta Transformación.
No se descarta que aquellos empleados o funcionarios menores que han gozado de prebendas jamás merecidas pretendan ejercer presión para no perder sus cotos de poder en tal o cual secretaría, queriendo asustar a sus futuros jefes “con el petate del muerto”. Es natural, se mueven bajo los viejos usos y costumbres del PRI. La mafia del poder se podría jugar sus últimas cartas para no perder espacios en las secretarías del gabinete rochista.