Alvaro Aragón Ayala
Prendido de una agenda mediática “picapleitos” que genera falsas percepciones, el alcalde Luis Guillermo -“El Químico”- Benítez Torres acumula derrotas políticas con disfraz de “victorias”, las cuales lo colocan como personaje no confiable y mentiroso. La falta de honorabilidad política descarta al munícipe como viable a ocupar en el 2024 otra candidatura a algún puesto de elección popular.
“El Químico” Benítez construye su carrera política prendido de los hilos de la traición. Es un político que falta a la palabra, no respeta acuerdos y se cuelga de la falasia para “aterrizar” sus caprichos o proyectos personales. La plataforma política del alcalde es el engaño. Ya no es confiable para la clase política de Morena ni para los dirigentes del PRI, PAN y PRD, mucho menos para los del PAS.
La traición enaniza el ejercicio de la política. Quienes incurren en esta práctica acortan sus carreras políticas. La clave de la permanencia es el respeto a los pactos. El ejercicio político es un equilibrio entre acuerdo y desacuerdo, entre desconfianza y respeto, entre cooperación y competencia, entre principios y circunstancias.
Pero para el alcalde de Mazatlán la política es diferente. Rupestre, caprichoso y altanero, privilegia la traición y el “golpeteo” en sus relaciones interinstitucionales, personales y políticas. Le gana la víscera y la descalificación cuando se trata de acumular “poder”, pese al alto costo de las facturas políticas por pagar.
Para que haya una buena cultura política y no caer en la enanización es preciso economizar el desacuerdo, no exagerarlo, defender las propias posiciones de un modo que no implique rechazar las posiciones diferentes. Suponer las peores intenciones en quienes se oponen erosiona las bases del respeto mutuo que es necesario para construir compromisos en el futuro.
En función de ciudadano, Guillermo -El Químico- Benítez pactó con el dirigente del Partido Sinaloense, Héctor Melesio Cuén Ojeda, para que lo matricularan como candidato de ese partido a la alcaldía de Mazatlán después de que Morena rechazó postularlo para una reelección municipal. En el acuerdo con el PAS Benítez Torres se comprometió a que al entrar en funciones de presidente cedería varias posiciones del ayuntamiento a figuras relevantes del pasismo mazatleco.
Empotrado en el poder municipal, “El Químico” Benítez no solo no cumplió, sino que emprendió una campaña de descrédito contra el PAS y su dirigente, que lo hizo candidato municipal, revelándose, así, como un traidor y un político sin palabra, que no aporta nada a la confianza. La traición para Cuén Ojeda abrió la coyuntura para desprenderse de compromisos y evitar que su gente colaborara con una administración municipal proclive a la rapiña.
Al no respetar el pacto suscrito con el PAS, “El Químico” Benítez perdió porque se lució como un político traidor y mentiroso. Cuando la traición deja de ser pragmatismo gubernamental o político y se convierte en mera práctica abre las puertas de la desconfianza y el rechazo social y político de otras fuerzas políticas.
Para la celebración del Carnaval de Mazatlán 2022, el alcalde mazatleco ofreció, prometió al gobernador Rubén Rocha, implementar un “operativo de bioseguridad” para impedir aglomeraciones y evitar los contagios del coronavirus. La “orgía popular” se autorizó con base a una serie de marullerías y a la obtención del semáforo epidemiológico color “amarillo”.
El gobernador autorizó el Carnaval confiando en la palabra de “El Químico” Benítez, quien no solo determinó los aforos de las fiestas carnestolendas, sino que impidió que las autoridades de Salud Estatal participaran en el dispositivo sanitario municipal, que nunca existió. Que no se desarrolló. El alcalde de Mazatlán le mintió al gobernador porque no se contuvo a la muchedumbre y no instaló su “operativo de bioseguridad”. El Carnaval se convirtió en un gigantesco “foco de infección” del coronavirus.
La palabra es un contrato de cumplimiento obligatorio. Si se desea que la política no la dominen los mentirosos, es necesario introducir en los gobernantes la convicción de que están obligados a cumplir su palabra o lo que prometen. “El Químico” Benítez no comulga con la tesis de la verdad, en el sentido de la rectitud. No honra la palabra, mucho menos respeta los compromisos.
Al faltar a la palabra y detonar un Carnaval infernal, altamente contagioso, “El Químico” Benítez volvió a perder. Se exhibió nuevamente como un político no confiable. Sin embargo, obnubilado, sin capacidad para medir el alcance de sus actos, prendido de agenda mediática “picapleitos” que le echa aire, el alcalde fantochea que le gana las “careadas políticas” a Cuén Ojeda y Rubén Rocha Moya, cuando en realidad fabrica sus propias derrotas y se construye la imagen del peor alcalde, el más traidor y mentiroso en la historia política de Mazatlán y Sinaloa.
Con estos antecedentes ¿qué partido se atrevería a postularlo candidato a otro puesto de elección popular? ¿Quién confiaría en los pactos y compromisos del enanizado Guillermo Benítez Torres, esos que se firman, de palabra, en la víspera del registro de las candidaturas y en plenas campañas políticas? Morena no, tampoco el PAS. Para ser sinceros: nadie.