Las Musas de Navachiste

Operación body paint.

PASADAS LAS 4 DE LA TARDE.

ALGUIEN RECUERDA QUE ES MIERCOLES 5 DE ABRIL DEL 2023.

TODO SE APURA, ES LA MAGIA DE LA ISLA DE LOS POETAS.

LAS NEGRAS MODELOS Y LAS VICTORIAS REFRESCABAN.

EL BODY PAINT SE ASOMA.

NADIE ESTá PLENAMENTE CONSCIENTE.

MENOS EN EL MOMENTO DE LA CREACCIóN.

La poesía se vuelve cuerpo, hostia sacrílega. La palabra camina en la piel.

Esta vez la ruta de monocromías con agregados violetas y rosas cubren a las Musas de Navachiste. Caliope, Polimnia, Tersícore y Euterpe. Bien podrían ser, pero ellas ya tienen nombres. Ahora son eternas. Elia Casillas, Ibet Cásares, Alina Zapata y Gisela Mendiola.

Sus sonrisas y la palabrería compartida encienden el body paint.  En la Galería Celia Cortés del Festival Internacional de las Artes 2023 no solo habitaría la exposición pictórica de Rastros Navachisteros, también ahí empieza a prender, cómo germen, una extraña mezcla de artes plásticas, canto, danza y poesía.

Baco y Dionisio se divierten convertidos en botes de aluminio. Se meten sin remedio en la sangre de los participantes.

El calor solo es un pretexto para beber porque en realidad el viento enfría hasta los rincones entre las piedras.

El color hace de las suyas. Las convierte, a ellas, en esos seres mágicos que se despliegan por la arena atropellada de la rústica galería.  

Casi están listas, falta el rezo del aire que provoca la cerveza al mojar los labios. No se percibe el sofoco que entra por las manchas de color en la piel.

Ibet se desviste de morado, envoltorio del color de la divinidad, y sus letras la acompañan: Me calzo las alas- y te abandono en silencio…

Gisela sabe que su blanco está herido, el bugambilia y el rojo brota sitiado por la poesía: “Revisa- no tengo grietas- el polvo de la ciudad me ha curado…”        

Alina revive las bestias de las paredes y los cuadros, decide cargarlas. A ella también se le sube la poesía: “Un par de ojos claros…”

HUBO TRAGOS FUERTES.

CLARO QUE SÍ PARA RESPIRAR.

ELIA CASILLAS PREPARA ESE APACIBLE TRUENO QUE TIENE EN LA VOZ.

IBET, ALINA Y GISELA SE FíAN DE LA ESQUINA.

DAN LA ESPALDA. DAN COLOR Y PALABRAS PARA DELETREAR.

EL ESPECTáCULO ARRANCA ANTE UN PUñADO DE OJOS.

Están más quietas que un muerto. La primera, segunda y tercera llamada se derraman en cascada para apretar el círculo rojo de la videograbación.

La voz da el aviso al cuerpo. Hay vida. Se escucha. Es Gisela:

“Míraleeeeees… sólo un ciego no puede veeeeer
Las palabras de amooooor a través de suu miradaaaaaa
el dolooooooor atenaza el joven corazóooooon.
Ella le da su amooooooor, pero eso no le bastaaaaaa…”

Alina e Ibet dibujan en la faz arenosa de la tierra el principio de la luz con la danza de sus dedos. El aire se mueve y se parte. El cuerpo lo habita. Lo perfecciona a tajos de piernas, brazos y manos. Lo toman. Es solo aire vuelto suspiro. La voz que canta no para. Conduce a Gisela por la escena:

“Y le pidióoooooo que acabara pronto
con todo el doloooooooor que su alma aguantabaaaaaaa.
Él decidióooooooo que la madre que una vez vida le dióooooooo,
ahora se la quitaraaaaaaa.

Ibet retorna en letras. Se entona: “El sol estrena la habitación- Y un par de ojos claros me miran…”

Y sigue: “Estoy a mitad del cuarto frente a la blanca espalda que adorna el rincón cercano junto a la densa cortina de cabellos que oculta la ventana…”

Alina se desliza en la poesía de Ibet y se mantiene “bajo un candil de bombillas malformes. La alfombra está salpicada de pestañas/ sobre cada silla hay una pierna cercenada/ chapotean en el lavabo pies desnudos…”

El viento la levanta y Alina muta su cuerpo en la obra  “Regocijo de las Bestias” que pende de la mitad de la Galería Celia Cortés.

Parece escapar, pero no. Intenta ir dentro.  Es la verdad. Quiere contagiar el movimiento.

La voz de Gisela sigue rociando el ambiente. Brisa, Efluvio. Humedad marina.

“…el dolor amainaaaaabaaaaaa…
Élllllllll la miróoooooo y apretáaaaandole la mano, sonrióoooooo.
Su vida se apagabaaaaaaaa…”

La poesía vuelve a mojar la piel.Elia Casillas la da en botellones de a litro.  Su voz amenaza con ser un diluvio.

“Revisa/ No tengo grietas/ el polvo de la ciudad me ha curado/ Los Chamanes escupieron mis heridas/ ahora soy un ladrillo más de esta casa/ estoy ensalitrada en estas paredes/ Desde ayer el laberinto me ha superado y no estuve/ pero aquí veló el cuerpo/ Con las manos encendidas araño el aire/ y emponzoñada me curvo entre los rayos/ La lluvia se acaricia en la vidriera…”

La poesía, la danza y el canto se refugian ahora en el silencio. Pero el daño, ya está hecho.