Alvaro Aragón Ayala
A la mitad del foro instalado en el Congreso Local para la rendición de cuentas -ejercicio de preguntas y respuestas-, sobre su primer año de gobierno, Rubén Rocha Moya describió, entre líneas, sólo para la decodificación de los iniciados, los mecanismos de cómo conseguir, mantener y hacer gobierno en medio de una lucha permanente por el poder.
La concentración de disímbolos personajes y liderazgos de grupos políticos y de los dueños pasajeros o perennes de partidos políticos, trazó el retrato de un Rubén Rocha Moya que proyecta ejercer un liderazgo único con la alineación o capitulación de todas las fuerzas políticas y sociales en torno al proyecto de la Cuarta Transformación.
Rubén Rocha desarrolla su programa de gobierno en términos definidos como el poder total en un Sinaloa que fue saqueado y que es sacudido por su modo y forma de hacer gobierno; la lectura se sostiene en la tesis de que la política y el ejercicio de gobierno es una constante lucha por el poder y que el poder político es una relación psicológica entre quienes lo ejercen y aquéllos sobre los que se ejerce.
La reclusión en el recinto legislativo de 200 invitados especiales detalló el efecto o la influencia psicológica que genera Rocha Moya en los personajes con taxativa fuerza política que entienden que el poder, en aras de alcanzar la gobernanza, se puede ejercer por medio de órdenes drásticas, del envío de lecturas discursivas, de la persuasión o la judicialización de la política o una combinación de todos los mecanismos.
El análisis de la toma de decisiones en el primer año de gobierno y el plan de Rocha hacerse escuchar no por los diputados sobre quienes ejerce un control sumiso o negociado, sino por los 200 invitados especiales, proporciona una aproximación descriptiva del sometimiento/desaparición del millanismo, el aguilarismo, el quirinismo y el malovismo para dejar en claro que quien manda en Sinaloa es un Rubén Rocha Moya dispuesto a hacerse obedecer.
Para quienes no decodificaron su calidad de invitados especiales, Rubén Rocha Moya precisó que “a nadie debe asustar, por tanto, el hecho de que tengamos diferencias y visiones discrepantes porque hay procedimientos institucionales y legales para dirimirlos (…) hoy sabemos que nadie es oposición o gobierno para siempre y se equivoca quien procede sobre esta falsa premisa”.