‘Sin lugar para el negacionismo’; a medio siglo del golpe militar contra el gobierno chileno

Excélsior presenta hoy la primera de tres entregas especiales con motivo del 50 aniversario del golpe militar en Chile, los cuales se cumplen este lunes. En entrevista, Beatriz Torres Abelaira, chilena que vive en México, reclama las posturas que rechazan los abusos de la dictadura militar.

A medio siglo del golpe militar contra el gobierno chileno de Salvador Allende, hay una campaña de negación y justificación de los crímenes de la dictadura, asegura Beatriz Torres Abelaira, fundadora y responsable general del Centro Académico de la Memoria de Nuestra América (Camena), de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).

“Hay un montaje para desinformar, para justificar. Para profundizar el negacionismo y justificar lo injustificable”, dice a Excélsior.

En una oficina del Camena, Torres Abelaira detalla que salió de Chile a los 22 años de edad con destino a Cuba.

Es una de las 120 mujeres chilenas impedidas para entrar en su país durante los 17 años de dictadura militar y vivió exiliada en Cuba.

Para ella, sin embargo, “lo más importante es hablar del golpe”.

El 11 de septiembre de 1973, tropas y aviones militares atacaron el Palacio de la Moneda con el fin de derrocar al presidente chileno Salvador Allende.

Tras este golpe, se estableció una junta militar liderada por Augusto Pinochet, que instaló mil 135 campos de reclusión y tortura, según el libro Cien voces rompen el silencio, editado por la UACM y el Fondo de Cultura Económica.

El los años que siguieron al bombardeo del Palacio de la Moneda en Santiago representa “la crueldad, la crueldad brutal de sofisticar el mal. Eso fueron los chilenos.

Antes de empezar extiende un libro, es el discurso que Salvador Allende ofreció el 4 de diciembre de 1972 en la Asamblea General de la ONU.

Torres es una mujer que insiste en que la Guerra Fría no ha terminado, que el actual  modelo económico determinó el curso de su país, mientras repite una frase constante a lo largo de la entrevista:

Que alguien me diga que pueda haber negacionismo. Que alguien me lo diga”, insiste.

Éste es el marco de esta entrevista”, sentencia.

Torres alza la voz al recordar las violaciones, la desaparición de los niños, la  gente fue torturada frente a su familia y los hijos que nacieron productos de las violaciones.

Con la orilla de la mano,, golpea la mesa, mientras se encoge, cierra los ojos y hace memoria:

Ése es un capítulo negro y brutal del cual nadie quiere hablar. Es el crimen sobre el crimen.”

En la solapa de un vestido con flores azules sobre fondo blanco, lleva un pin cuadrado con el número 50, una silueta de Allende y los colores de la bandera de su país.

¿Que soy un investigador aquí iluminando el mundo? Por supuesto que no, soy un ser a nivel de piso, pero yo trabajo con datos y los datos hay que empezarlos a poner en un mapa”, asegura.

Respecto a la movilización de 2019, la académica se refiere al episodio como “los dignos indignados”.

Y aunque hoy el ánimo nacional parece más sereno, Torres prevé:

Ahí están ahí están y tarde o temprano van a salir a flote, tarde o temprano. Tarde o temprano.”

VOCES QUE SOBREVIVEN

Recopilación de testimonios de víctimas que permanecieron en los  campos de reclusión instalados por todo el territorio chileno luego de la implementación de la dictadura militar, que encabezó Augusto Pinochet, según registra el libro Cien voces rompen el silencio, editado por la UACM y el Fondo de Cultura Económica.

Mi crimen fue pensar y creer en el hombre. Se me hizo insoportable la injusticia y el odio que respirábamos. Un día rumbo al liceo presencié cómo un batallón humillaba a un grupo de mujeres de la edad de mi madre (…) Fui detenida en 1986, una noche calurosa de noviembre, 30 hombres asaltan mi casa. Fue una noche eterna, pasé 44 días incomunicada”, Marcela Leiva.

El 12 de diciembre de 1973, alrededor de las 10:30 de la mañana, llegaron a mi trabajo dos hombres. Ambos vestidos de civil. No me permitieron llamar a mi familia. Enfilamos hacia el regimiento Buin. Me colocaron una venda muy ancha y apretada. Con los brazos levantados y apoyados en uno de los muros, me hicieron un minucioso hallanamiento corporal”, Lucía González.

Cuando vi a los militares saltando la reja de mi casa pensé que venían por mi padre o por (mi excompañero) Alfonso. Sentí vidrios que se quebraban, los milicos pateaban la puerta principal. El oficial que venía a cargo preguntó por mí. Me llevaron al living y encerraron a mis hermanos. Al partir el bus (en el que me subieron) miré mi casa por última vez y a mis tres hermanos llorando en la ventana del dormitorio”, Hugo Chacaltana.

El 11 de septiembre de 1973 me encontraba en Santiago junto a un compañero. Pensaba en ir a La Moneda, decidimos que debíamos ir a defender al presidente. De pronto aparecieron unos soldados que nos rodearon en forma sorpresiva. De inmediato nos ataron las manos y nos llevaron a una usina. En la tarde regresaron a buscarme para llevarme al Estadio Chile”, Luis H. Cárdenas.

¿El motivo de mi detención? ser militante del Partido Comunista de Chile. Era secretario político de una célula. Fui detenido por miembros de la Fuerza Aérea de Chile. Nos golpearon con las culatas y nos dieron puntazos en las costillas con la punta de su fusible. Nos llevaron en camión, todos en el suelo. Nos amenazaban con matarnos si no decíamos el lugar donde escondíamos las armas. Nos golpeaban en la cabeza”, Raúl de la Fuente.

Yo tenía una imprenta en el fondo de mi casa. Llegaron dos personas a pedirme un trabajo, al darme vuelta vi a dos personas que avanzaban hacia mí y me empezaban a pegar. Mi hijo, de 11 años, vio que me estaban pegando y le pusieron una pistola en la cabeza. Me sacaron esposado. Estuve un mes secuestrado, un domingo me comunicaron que me iba a mi casa. Para que me dejaran tranquilo, tuve que venderles una imprenta”, Héctor h. Duarte.

Fui detenido dos veces. El 12 de septiembre de 1973, nos llevaron a unos 80 compañeros que trabajabamos en Cristalerías Toro. Fui liberado en octubre. Me detuvieron por segunda vez el 24 de agosto de 1984. Eran más de 30 efectivos con armas cortas y metralletas. Irrumpieron violentamente mi casa ante mis hijos. Me llevaron a un furgón, me amordazaron y trasladaron al lugar de tortura clandestina. Mi familia no fue informada de mi paradero”, Augusto M. Bulnes.

La FACH era un centro de tortura donde había todo tipo de tortura. Había parrilla, electricidad que nos colocaban en distintas partes del cuerpo, en los genitales. Después, uno salía medio atormentado y nos llevaban al gimnasio, donde habíamos unos mil tendidos en el suelo como si fuéramos animales. Se pasaban por encima de uno con la metralleta. A mí me quebraron los dedos ahí. De ahí nos llevaron al Estadio Nacional”, Leonel E. Guerrero.

cva

VERÓNICA MONDRAGÓN

Fuente: Excelsior