Sinaloa: béisbol y exhibicionismo político

Alvaro Aragón Ayala.

Más allá del gatopardo donde todo cambia para que todo siga igual, acá, en Sinaloa, nada cambio y todo sigue igual. El béisbol no fue instrumento de transformación pese a que políticos de todos los colores y funcionarios del gobierno de todos los niveles, incluso algunos diputados septuagenarios de Morena que siguen jugando a las muñequitas, hicieron gala de peculiar alegría y exhibicionismo como si hubiera llegado la hora del cambio verdadero. 

Políticos y funcionarios públicos estatales, no actores en los encuentros deportivos, no participaron obviamente en ningún juego de la Liga Arco Mexicana del Pacífico, no ingresaron a ninguna cancha, pero si vistieron las casacas de los Algodoneros de Guasave y Los Cañeros de Los Mochis tratando de capitalizar políticamente los encuentros deportivos. Exhibiéndose como si realmente practicaran el béisbol, gritando y moviéndose como locos. 

Políticos y funcionarios groseros, intolerantes, unos, otros dados a la rapiña del erario público se congregaron en las gradas de los estadios de Guasave y Los Mochis esforzándose de vez en vez por tomarse foto con tal o cual deportista profesional. La realidad es que muchos de esos aficionados al rey de los deportes tienen pies alados o ponen pies en polvorosa cuando grupos de jóvenes los buscan para solicitarles apoyo para la práctica de algún deporte amateur. 

La verdad es que mayoría de políticos y funcionarios supuestos aficionados al rey de los deportes que lucieron videos y retratos en sus Egofacebooktwitter o Instagram, son más dados a la práctica de la borrachera, al jaibol o a empinar el codo con cerveza, tequila o wiski mezclado con “aditivos” como el alcalde de El Fuerte, Gildardo Leyva, u otros en desgracia como Guillermo -El Químico- Benítez de Mazatlánque en esta ocasión ni la nariz sacó para el talqueo. 

Hay quienes opinan que esta fiebre por mostrarse deportista o amante del deporte del béisbol es parte del nuevo paradigma institucional que avanza inexorable, que se trata de un estilo de gobernar diferente en el que emergen con el béisbol las pasiones, las interpretaciones políticas y publicitarias y en el que se aprovechan los espacios deportivos para mandar la señal de que el mundo cambiará con un strike, un jonrón, un ponche o una base por bola. 

Si la afición no se dejara hipnotizar tan fácilmente y no viera desde el prisma del béisbol la realidad en que vive, su entorno, y los fenómenos sociopolíticos y económicos que lo ahogan, desentrañaría y concluiría que la clase política y los funcionarios del gobierno de todos los niveles, la catalogan como seres no pensantes a quienes fácilmente pueden hacer creer que viven en un estado color de rosa lanzándoles el grito ¡béisbol!  

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