Alvaro Aragón Ayala
En Sinaloa, los análisis político-electorales en torno a las “corcholatas” presidenciales son retazos o copias de opiniones muy trilladas que van perdiéndose en el vacío y que carecerán de todo valor periodístico en el 2024. Si las próximas elecciones presidenciales serán el 2 de junio de 2024, faltan entonces cuando menos un año 4 meses para que se registre el “destape” del candidato de Morena. Cualquier pronóstico rompería las barreras del tiempo-distancia.
El ejercicio que realizan los aspirantes a la candidatura presidencial en sus encuentros “de trabajo” en los estados en los cuales participan los gobernadores morenistas, son solamente los primeros pasos para sembrar territorialmente su imagen y demostrar fidelidad al proyecto de la Cuarta Transformación. Las opiniones en los medios convergen en las supuestas definiciones o respaldos de los mandatarios estatales, no en el perfil de las “corcholatas” ni en su desempeño como funcionarios públicos. No se proporcionan a la sociedad los “otros datos” de los aspirantes presidenciales.
El desplazamiento semanal de los funcionarios federales -Marcelo Ebrard Casaubón, Adán Augusto López y Claudia Sheinbaum- de la Ciudad de México a los estados concentra las agendas periodísticas nacionales y estatales en Morena, su Proyecto 2024 y sus precandidatos, dejando a la zaga las figuras del PRI, PAN y PRD, lo cual sirve a la vez de distractor, pues los graves problemas nacionales, con impacto en los 32 estados del país, no ocupan los espacios preferentes en la discusión periodística. Las «corcholatas» compran el trato especial o ventajoso.
El trabajo periodístico, sin el aporte de investigaciones o de diagnósticos profesionales de alto calibre, se pierde en el vacío porque sólo recoge la “nota rosa”, como si los encuentros entre los políticos y los gobernadores y segmentos de la sociedad fueran parte de los espectáculos de la farándula. Se difunde que el mandatario estatal saludó sonriente; que la “corcholata” se bajó de la camioneta saludando; que a perengano o a zutana la llevaron a comer; que mengano lucía radiante, feliz, y otras cursilerías que no le aportan nada al lector/sociedad.
LOS “CONVENIOS” DE CLAUDIA
Para evitar ser sancionada por las autoridades electorales, en sus visitas por los estados, Claudia Sheinbaum Pardo disfrazó sus giras políticas-electorales de encuentros de trabajo con los gobernadores y firma Convenios Marco para la Colaboración de programas que desarrolla en la Ciudad de México como si la capital del país fuera el paraíso terrenal. Obvio. Nadie le cree.
En Veracruz, por ejemplo, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México suscribió con el gobernador Cuitláhuac García Jiménez un convenio marco de coordinación de innovación tecnológica porque –dijo- “para nosotros, la tecnología, la innovación, el Internet…”. Claudia masca el mismo rollo en las otras entidades en las que ha celebrado encuentros político-electorales.
En todos los estados que ha visitado describe a la Ciudad de México como “su paraíso”, como una “ciudad perfecta” que contrasta con la realidad, con el infierno que a diario viven los capitalinos (LEER LA CIUDAD PERDIDA DE CLAUDIA ). La mitad de la CDMX rechaza su gestión y entiende que su popularidad está colgada de una inversión en “imagen” de cientos de millones de pesos.
Para los habitantes de la ciudad de México son un insulto la venta de drogas a granel, el control territorial del narco, la pobreza, el daño ambiental, la anarquía en el transporte, la violencia. Claudia es ayudada por los medios de comunicación a ocultar los desastres de la Ciudad de México. (LEER EL GASTO DE CLAUDIA EN IMAGEN )
LA MATRACA DEL NARCOMUSEO
La oposición agarró como matraca el proyecto fallido del Narco Museo en Badiraguato para exhibir las supuestas “debilidades” narcas del gobierno de Morena, sacando de los comentarios la construcción del narcogobierno como modelo-sistema-estructura de los regímenes del PRI y del PAN. (LEER LA NARCO ECONOMIA SINALOENSE A PROPOSITO DEL NARCOMUSEO )
El narcotráfico en Sinaloa no nació con Morena ni con el gobierno de Rubén Rocha, pero el Narco Museo es, desde una perspectiva obtusa, el pretexto ideal para azotar al gobierno de la Cuarta Transformación y fabricar la teoría ficción de las supuestas relaciones obscuras del presidente Andrés Manuel López Obrador.
El narco y sus actividades criminales asociadas que generan un severo problema de violencia e inseguridad se encuentran ligados al viejo modelo económico y político de México. La ilícita actividad se nutrió por décadas del apoyo de los gobiernos priista-panista. El engranaje neoliberal adoptado desde principio de los ochenta por el gobierno del PRI, y ajustado al ideario de Washington, nutrió el crecimiento del narcotráfico.
INFORMAR SIN SIMULACION
La “nota rosa” periodística no le aporta nada a Sinaloa y el país si se trata de contribuir a fomentar un debate profesional y civilizado en los medios de comunicación rumbo al 2024. La construcción de falsos escenario y el disimulo no fortalecen la vida democrática en ningún nivel.
Las “corcholatas” presidenciales deben entender que en Sinaloa hay capacidad de raciocinio y análisis y que el periodismo de provincia no es corte de acompañamiento ni herramienta de lisonja, además de que los ciudadanos saben y conocen el estado en que viven y que no es con rollos, sino con el esfuerzo de todos, como se superarán los problemas, unos nuevos y otros ancestrales, que laceran a la sociedad sinaloense.
Queda la impresión de que ninguna de las “corcholatas” presidenciales ha leído seguramente el libro “El disimulo: así nació el narco” escrito por Rubén Rocha Moya, que, sin ser propiamente una obra literaria, plantea que el disimulo es una forma de ocultar o de fingir que la realidad es otra o inexistente; encubrir o permitir la trasgresión de la ley, del precepto, a cambio de prebendas y sobornos.