Alvaro Aragón Ayala.
La prensa o los medios de comunicación tradicionales de Sinaloa, ligados a influyentes grupos económicos interesados en mantener el control de las instituciones y en orientar la línea de los partidos políticos, han demonizado figuras públicas honorables por no ajustarse a sus proyectos y han sacralizado a ladrones de cuello blanco en pleno ejercicio de la función pública y santificado a gobernadores caracterizados por el saqueo del erario público.
De cara a las elecciones del 2024, periódicos y noticieros de radio, cada vez menos leídos y escuchados, atraviesan por un proceso de observación ciudadana. El interés de la sociedad es saber a qué político apoyarán en la jornada de búsqueda de posiciones de elección popular y porqué a algunos personajes no solo se les negará cobertura editorial o informativa, sino que privilegiará sobre ellos únicamente el ejercicio de la opinión destructiva.
En la lucha política que se librará el próximo año, los medios tradicionales se jugarán su destino bajo la presión de una sociedad que demanda mayor pluralidad y rigor periodístico y la presencia de las redes digitales que están ganando en penetración y espacios para la información veraz y oportuna y en el ejercicio de la crítica y el análisis argumentativo. Los ciudadanos reclaman mensajes verídicos, ajustados a la realidad, no un periodismo que hace creer lo que no debería ser creído.
Por décadas, los medios tradicionales de Sinaloa han sembrado la percepción de que quitan y ponen gobernadores, de que obstaculizan tal o cual proyecto político-electoral o bien que someten a los mandatarios estatales, alcaldes, diputados y senadores y dirigentes de partidos políticos usando entrevistas direccionadas, opiniones con alta carga de juicios de valor, mesas de análisis acordadas y encuestas “patito”.
Rebasados por la realidad, periódicos impresos y noticieros de radio que fueron privilegiados por los gobiernos del PRI exigen un trato igual al pasado neoliberal de parte del gobierno de la Cuarta Transformación que ha abierto la crítica contra periodistas y analistas desatando la locura de quienes en un tiempo presumían ser dueños de la verdad periodística con el diseño de un lenguaje para hacer creer que las mentiras sonaban a verdades y las verdades a mentiras.
El retrato de los poderosos empresarios que por décadas han manipulado la opinión pública devela intereses aviesos. La fotografía es revelada en el entretejido periodístico desde una nueva óptica de la comunicación por quienes abren espacios de opinión a importantes figuras políticas marginadas que demandan un trato plural y democrático que les permita hacer fluir sus propuestas políticas y su derecho a la réplica en apego al libre ejercicio de la libertad de expresión.
Los intereses de acumulación de capital que se mueven al interior de los medios de comunicación tradicionales corren riesgos de ser aplastados por la avanzada de las tecnologías de la información y la comunicación que generan la oportunidad de crear una opinión pública divergente, en contra de la enraizada manipulación por parte de los ostentadores de los medios de comunicación que dicen poner gobernadores, alcaldes, diputados y senadores y destruir la honra de dirigentes de partidos políticos no sometidos a sus caprichos.