La conclusión del viacrucis indígena yoreme de una tradición mágica y su domingo de Pascua
Los ojos abren la luz Dilatan los sueños Domingo once horas Por concluir el vuelo del Canario
Tehueco, El Fuerte, Sinaloa. – Aquí el ritual sigue siendo poesía. Es Tehueco: aún Semana Santa.
El Canario, de la fiesta por terminar del viacrucis indígena, que algunos llaman “albricias”, ritmo de celebración y júbilo, reúne los olores de las bugambilias pisadas por la resurrección y la esencia de las hornillas que meten ese humo hasta por la piel de los presentes. Merodea la magia en la conclusión de la fiesta de semana santa.
La escena casi termina. Suenan las jiruquias, ese raspado divino; laten las “ba huejas”, ese tambor de agua que marca el ritmo del corazón. Vibran los tenábaris y los coyoles. Lloran los violines y el arpa, en “pos” del origen del mundo.
Los ojos alcanzan una inmensidad tan etérea y difusa que apenas se vuelve luz. Pascolas y Venados comparten la magia y ese extraño olor del alcohol viejo y del sudor nuevo que se quema en las velas de mano. En esa chispeante luz que cobijan del viento.
Las Marías y los rezandanderos ya soltaron esa jerga auditiva de la comunidad mayo yoreme. Es domingo ya no hay judíos. La maldad se disipa. Queda el gozo de la confirmación. Sincretismo cristiano y la cosmovisión indígena.