Tres horas de Body Paint y la obra efímera se esfumó ante los ojos de todos
Isla de Los Poetas, Navachiste, Sinaloa. – Fue un pestañeo y desapareció en medio del agua.
A Gisela nunca le había sentado mejor el azul. Las líneas de Klee, Kandinsky y la geometría de Mondrian eran poros de su piel.
Martí brillaba en su amarillo casi sin pensarlo, mientras Geraldo tenía permiso de la divinidad para enramar con el violeta una especie de danza ritual de limpieza a pesar del mar.
Casi simultáneamente su cubierta de color la explayaban Ramón, el Chino, América y Eduardo. Les confiaban su piel. Dejaban atrás su desnudez.
Ahora respiraban. Gisela, Geraldo y Martí eran enormes manchas, dos primarios y un secundario del círculo cromático.

“La Memoria del Color Derramada por el Viento”
La cuadricula neutral grisácea de Martí se le movía en el rostro y se diluía sobre su pecho. Geraldo cargaba el peso de lo fundamental: los primeros gestos, los círculos rojos custodiados de no derramarse por el blanco.
Gisela sufría el ataque del calor y su árida piel insinuaba al principio y luego obviaba sus craquelados. Atrás unos ojos la seguían. Era esa sórdida mirada de una fotografía de la obra “Los 12 mexicanos más pobres”, una exposición que muestra los matices de ese problema en México, una propuesta de “Ojos de Perro contra la Impunidad” y Luis Alberto Castillo.




Episodio 4
El tradicional Body Art se aparecía en la escena de Navachiste. El Cuerpo se volvía de colores para educar el morbo.
Gisela, Geraldo y Martí estaban listos para estampar el mar, el lavatorio les arrebataría todo en unos segundos. Ablución de las olas y el viento.
La letra de la canción “El Triste” llenaba toda la playa. Gisela extendía su voz cantada. Geraldo luego añadía su palabra, mientras Martí escapaba en el nado de su propia belleza.
Así fue. Memoria del Color Derramada. Emoción efímera. Pestañeo, apenas.








