¿Cómo impactará a las economías esta nueva variante?
Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) dio a conocer oficialmente el descubrimiento de una nueva variante preocupante del coronavirus. Esta nueva variante, además, ya tiene nombre y es conocida como Ómicron. Las razones que expuso el Comité Técnico de Vigilancia de la OMS para clasificar esta nueva cepa como preocupante son varias, pero la principal es que existe evidencia de un número significativo de mutaciones en el virus. Estas mutaciones podrían facilitar su transmisión –incluso entre personas vacunadas– y también aumentar en gravedad los síntomas del ya conocido coronavirus.
Este evento causó una gran alarma alrededor del mundo; muchos países implementaron restricciones de viaje a Sudáfrica –país donde fue descubierta por primera vez esta variante–, los mercados financieros mundiales se pintaron de rojo, teniendo las pérdidas más importantes en un año y medio y poniendo fin a la tendencia bullish o alcista que habíamos observado a partir del comienzo de la vacunación y los primeros indicios concretos de recuperación económica global. Tanto las bolsas de valores como los precios de los bonos se desplomaron, mientras que el dólar estadounidense se apreció contra la mayoría de las monedas.
La pregunta por responder es: ¿cómo impactará a las economías esta nueva variante? Lo primero que hay que mencionar es que todavía contamos con muy poca información sobre esta cepa, es decir, el grado de incertidumbre alrededor de las potenciales afectaciones a la salud y la economía de países enteros es muy elevado. No sabemos con certeza dónde se originó, o si en efecto ocasiona síntomas más graves que variantes anteriores como Delta, la variante predominante en estos momentos. Tampoco hay información acerca de la efectividad de nuestro arsenal de vacunas en contra de Ómicron. Tan sólo la semana pasada, el director de Moderna, una de las farmacéuticas más reconocidas en la batalla contra la COVID-19, declaró que es altamente probable que las vacunas actuales no sean tan efectivas en este caso y que, en consecuencia, se tenga que desarrollar una nueva vacuna.
Lo que sí es claro es que, así como pasó con Delta, esta nueva variante con un gran número de mutaciones genéticas se propagará globalmente. Esta incertidumbre ha generado dudas entorno a la posibilidad de que veamos, nuevamente, restricciones a la movilidad y medidas de aislamiento que puedan hacer retroceder la débil recuperación económica de meses anteriores. Por lo pronto, la volatilidad financiera continuará y habrá que tomar medidas para compensar esa pérdida de confianza en los mercados.
Si, por ejemplo, un número significativo de países decidieran adoptar nuevas medidas de distanciamiento social, la recuperación económica y la generación de empleo perderán fuerza, así que veremos tasas de inflación todavía más elevadas. Imaginemos nuevamente restricciones en fábricas, aeropuertos, embarcaciones y otros medios de transporte en la actual coyuntura de disrupción de cadenas de suministro globales. Con nuevos confinamientos, la demanda por bienes aumentará, presionando los precios de todo lo que consumimos, la demanda por servicios disminuirá afectando gravemente a un universo de empresas que todavía no alcanzan a recuperar niveles pre pandémicos de ingresos, y en consecuencia, tampoco de empleo.
Menor crecimiento y mayor inflación pondrán a los ya apresurados bancos centrales del mundo en una situación complicada. Deben actuar a la primera señal de aumento en las expectativas inflacionarias. No obstante, la política monetaria tiene sus limitaciones, y en este caso, la mejor política pública en favor de la salud y la economía de los países debe ser el aumento en el porcentaje de población vacunada.
No es casualidad que variantes como Delta u Ómicron hayan surgido en países con bajos niveles de inoculación. En ese sentido, es más que evidente que los países desarrollados y también los países con grandes reservas de vacunas –como México con más de 40 millones de dosis en bodegas– aceleren la donación a países vulnerables. El coronavirus no dejará de ser una amenaza para ningún país hasta que deje de serlo para todos.
Luis Gerardo Contreras– ITAM
Fuente: El Heraldo de México