La ocurrencia presidencial olvida que una campaña debe tener objetivos. En el caso de una en contra de la drogadicción, tiene que contar con expertos y lineamientos de por medio.
Las ocurrencias salen caras. Máxime cuando las mismas no suponen ningún trabajo de investigación, ni recurren a la opinión de expertos o estructuran estrategias de implementación, y se considera que únicamente con creatividad y buenos deseos las cosas saldrán adelante. Los falsos supuestos abundan en este gobierno. Sabemos que “abrazos no balazos” lleva más de 150,000 muertos y más de 110,000 desaparecidos. O cuando al principio de la pandemia el Dr. López-Gatell dijo que “la proporción de muertes es igual o incluso menor a la influenza”, para luego pasar a tener más de medio millón de defunciones acumuladas.
La última ocurrencia de López Obrador continúa en ese tenor. Aprovechando el cambio de presidencia del Consejo de la Comunicación, apela a la improvisación en lugar de al conocimiento basado en datos y experiencias exitosas. Pasarle al Consejo de la Comunicación la estrategia para evitar la drogadicción en nuestro país es soslayar la responsabilidad del Estado, mismo habiéndose comprometido a pagar la mitad de la campaña y del tiempo que requiera en medios de comunicación…
La ocurrencia presidencial olvida que una campaña debe tener objetivos. En el caso de una en contra de la drogadicción, tiene que contar con expertos y lineamientos de por medio. No del Consejo de la Comunicación. Ellos serán los encargados de servir de vehículo y medio para llevar la campaña, pero no para diseñar la estrategia.
La propuesta de López Obrador va directo al fracaso, pero es una astuta forma de culpar al mencionado organismo el día de mañana cuando dicha campaña no funcione. Eso y poder decir que “se perdieron los valores de nuestras culturas” ancestrales.
Llama la atención que López Obrador diga que: “la apología de la delincuencia organizada, del narcotráfico, son las series sobre los capos del narco y cómo pintan todo color de rosa… muy atractivo”, pero bien que aplaude y consecuenta a su amigo Epigmenio Ibarra por crear precisamente ese tipo de series…
Tal vez lo más grave de esto es el deslinde que hace el gobierno ante la improvisación de una campaña que tiene muchas vertientes y más variables que atender. Y si bien se puede dar por sentado que se requiere hacer frente a la drogadicción de cientos de miles de jóvenes en México, hacerla “al ahí se va” deja entrever un acto de publicidad más de la 4T. Aparentar haber cumplido con una importantísima responsabilidad gubernamental.
Publicidad para llenar una mañanera, para decir “misión cumplida”, sin que en el fondo importen los resultados. ¿Se han establecido indicadores de éxito? ¿Parámetros de monitoreo y de evaluación? ¿Expectativas de impacto entre la población?
A lo anterior, se suma un aspecto no menor. La campaña tendrá nulo efecto si no se enfrenta paralelamente al narcotráfico. ¿Ofrecer “abrazos” a los delincuentes y a la vez recriminar el consumo de drogas? Pareciera —en la ocurrencia— que los “culpables” de la crisis de salud por estupefacientes son los consumidores; a productores y a traficantes no se les molesta.
La creatividad solicitada por López Obrador al mencionado Consejo para una campaña conjunta contra la drogas se revela como una ocurrencia —que sufrirá cambios de último momento— que terminará por causar más mal.
¿A qué juego perverso se están prestando los integrantes del Consejo de la Comunicación? ¿Se dan cuenta de la responsabilidad que les endilgó?
Como siempre, los más lastimados por las ocurrencias son quienes más necesitan del apoyo y del mensaje. El educar contras las drogas de manera improvisada sólo traerá más problemas.
VERÓNICA MALO GUZMÁN
Fuente: El Heraldo de México