En la pandemia la incidencia de estos hechos dolorosos se incrementó y no vimos suficientes noticias, reportajes o activismo en redes sociales.
Antes de finalizar el año, la costumbre nos dicta hacer recuentos. De lo que perdimos, de lo que ganamos o de lo que omitimos. Lo hacemos en lo individual y, en muchas ocasiones, como colectivo social. Contamos con observatorios del complejo y doloroso problema social llamado “feminicidio”.
También llevamos una cuantificación puntual de los homicidios dolosos y culposos, de los asaltos y hasta de las violaciones. Un poco más invisible, casi en silencio, tal vez por el dolor familiar y personal, es el suicidio infantil y de adolescentes. En la pandemia la incidencia se incrementó y no vimos suficientes noticias, reportajes o activismo en las redes sociales.
En esa numeralia dolorosa, se observa que en 2020 fueron siete mil 896 personas que terminaron con su vida; mientras que en 2021 la cifra aumentó a ocho mil 432, de acuerdo con datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).
En 2017, la población de 20 a 24 años ocupó la tasa más alta de suicidio, con 9.3 por cada 100 mil personas en ese grupo de edad, en 2020 fue más alta en el grupo de jóvenes de 18 a 29 años, ya que se presentaron 10.7 decesos por cada 100 000, siendo para 2021 la mayor incidencia entre los 15 a 29 años.
Las estadísticas, que siempre sirven para analizar el problema y establecer acciones de prevención, destacan que en los últimos cinco años, son más, mucho más, los hombres que se provocan la muerte, con una tasa de 15.1 por cada 100 mil. En menor incidencia, el Inegi también tiene registro de suicidio infantil. Niñas y niños entre 10 a 14 años se han hecho daño a sí mismos, acabando con su vida.
Entre 2017 y 2021, se cuentan mil 160 menores en ese rango de edad, que desafortunadamente cometieron este tipo de actos.
En Estados Unidos, el suicidio es una de las principales causas de muerte, es visto como un problema de salud pública (un problema de todos), por lo que existen numerosas campañas para tratar de prevenirlo y en caso de incidencia, apoyar a amigos, familias y comunidades que también resienten sus efectos.
Especialistas hablan de factores de riesgo, eventos inesperados estresantes y signos de alerta; la realidad es que puede ser un enemigo silencio, sobre todo asociado a padecimientos de salud emocional y mental, depresión, entre otros trastornos. Lo que no se nombra, no se ve… por lo tanto, tampoco se atiende. Esa es la razón de este recuento antes de acabar el año 2022.
Todos aquí iremos desapareciendo si nadie nos busca, si nadie nos nombra. Antígona González de Sara Uribe.
NALDY RODRÍGUEZ
Fuente: El Heraldo de México