Guardia Nacional y violencia en México: Las sutilezas de vivir en un país que no funciona 

¿Qué hace que algo sea imperceptible, sutil?

La vida está hecha de sutilezas. Paradójicamente, los detalles más imperceptibles son los que, en su conjunto, van construyendo y moldeando la vida. Pero ¿qué hace que algo sea imperceptible, sutil? Sin duda, para que algo sea imperceptible, se necesita que la mente, los ojos, los oídos, no lo perciban como algo extraordinario, algo sustantivo, algo fuera de lo común, algo que llame la atención; necesita, en otras palabras, ser ordinario.

Entonces, queda claro que algo puede ser imperceptible para algunos, pero no para otros. Esto depende de la experiencia, depende de lo que el sujeto está acostumbrado a ver, a escuchar, a hacer. Es así como entonces, para algunos lo normal o lo imperceptible es caminar sobre una banqueta plana y bien pavimentada cuando va caminando a casa de regreso de la escuela. O ver cómo el camión se para en la parada de siempre, a la hora de siempre. O ver a la gente, jóvenes y adultos mayores, tomando una copa en la terraza de cualquier restaurante un martes a las siete de la tarde. O ver pasar a una señora en bicicleta con el pan fresco que acaba de comprar para la cena. O ver a un niño de ocho años, solo, en el metro de regreso de la escuela con audífonos puestos. O un grupo de mujeres en sus veintes de regreso a casa en la madrugada, solas, riendo. O una pareja en sus setentas paseando por las mañanas en un parque público. Para algunos puede ser una sutileza, algo imperceptible por común, que el pasto en las jardineras de los camellones esté bien podado. Para algunos no llama la atención que los coches se paren en el paso de cebra para que los peatones crucen la calle. Para algunos no llama la atención que las banquetas estén limpias, poder dejar la bolsa en el coche cuando uno va a la farmacia, o que las farolas de las calles funcionen en las noches. O ver cajas de libros que alguien ya no quiere y que dejó listos para ser tomados gratis por alguien más. O pedir un taxi a casa saliendo de un antro a las tres de la madrugada. 

En cambio, para otros, lo sutil e imperceptible puede ser caminar en una banqueta levantada por las raíces de los árboles. O cables caídos de los postes de luz. O esquivar el mismo bache que lleva tres años en el mismo lugar. O una envoltura de unas donas Bimbo tirada afuera de la puerta de la casa cuando sale en la mañana. O que haya gente empacando las compras del supermercado. O esconder la chamarra en la cajuela del coche que estacionó en la calle. Para algunos puede ser completamente ordinario ver un puesto de películas pirata. O el escape de un pesero sacando un humo negro, incesante. O una cubeta en el suelo apartando lugares afuera de un establecimiento. O unos tenis colgados de un cable que cruza el cielo. O un camión obstruyendo, sin razón aparente, un carril de vía rápida en una avenida. Para algunos puede ser normal ver colgada una manta con un mensaje violento de camino al trabajo. Para otros es algo ordinario caminar en un camino de terracería hora y media para llegar a la escuela. Para algunos es algo completamente ordinario que un policía pida mordida para no llevar el coche al corralón cuando se comete una infracción vial. Para otras personas es normal tener que ponerse el suéter, aunque haga calor, al salir a la calle de noche para taparse el escote o los hombros. 

Hoy estoy triste de vivir en un país en el que las sutilezas son las segundas y no las primeras. Hoy estoy frustrada de que en el país en el que nací, las cosas imperceptibles que moldean la vida se vean más como las descritas en el segundo párrafo. Escribo esto porque, como ya sabemos, vivimos en un país en el que escuchar la noticia de un cuerpo colgado de un puente, o de una mujer desaparecida o asesinada, o la investigación sobre un político corrupto, o un boicot de hombres con armas largas entrando a un mercado, o quemas de vehículos también se están volviendo imperceptibles. El asunto es que lo sutil es sutil hasta que deja de serlo. Lo imperceptible ya no lo es cuando alguien presta atención, cuando alguien deja de verlo como normal. 

Fuente: El Heraldo de México