La bodegota de medicinas

El doctor Patán, al que también ha permeado el humanismo a la mexicana, transpira alegría por sus pacientes, sobre todo por los más pobres.

Todos le fallaron al pueblo y, mucho más grave, a nuestro presidente. Le pidió a la ONU que se encargara de distribuir los medicamentos, y la ONU le quedó mal: niños sin oncológicos, enfermos de VIH sin antirretrovirales, casos de sarampión, escasez de vacunas contra la influenza de las que te ponían hasta en el metro, las enfermedades mentales desatadas porque de eso tampoco había, y lo que quieran y manden. Con el alma en un puño, se lo encargó entonces al Insabi, y nada. Desapareció sin que circulara una maldita aspirina. Luego, sabemos, tampoco la hizo el IMSS. Así que, con el corazón roto de dolor por el pueblo, por los desheredados, nuestro líder puso otra vez en marcha esa mente única, ese cerebro excepcional. A grandes problemas, soluciones sencillas. ¿Y si hacemos una bodegota, o es más: una bodegototota, y ponemos dentro todas las medicinas del mundo? Literal, ¿eh? Todas las del mundo. Y ¡bum! Bienvenidos a Dinamarca. Se acabó el problema del desabasto.

          El doctor Patán, al que también ha permeado el humanismo a la mexicana, transpira alegría por sus pacientes, sobre todo por los más pobres. Puedo verlo. Doña Chabelita es hospitalizada. El doctor, que además de alegría por los pacientes está lleno de empatía, perdón: de fraternidad nivel comunidad de aula, marca el teléfono por ella. “Banco de Medicinas del Bienestar. Le habla el sargento Bracamontes. ¿En qué puedo ayudarlo?” “Buenos días. Le habla el doctor Patán. Hay una paciente hospitalizada por covid, sargento. ¿Tiene Remdesivir?” “Claro, doctor. Se lo mando. Lo de que es exclusivo de los hijos del presidente es una calumnia del neoliberalismo. Pero me permito una sugerencia. ¿Ya leyó los libros de texto de la Nueva Escuela Mexicana? Se recomienda una infusión tradicional, como las de las abuelitas de siempre. Que el apio, que la ruda… En fin. Apelar a la sabiduría de nuestro pueblo, y no hacerle el caldo gordo a las farmacéuticas”. “Gran idea. ¿Tienen apio?”. “Claro, se lo mando. Es de temporada. A propósito, doctor, lo felicito por sus colaboraciones en El Heraldo”. Y así para lo que sea. Sientes que se te viene la oclusión intestinal en Tuxtla Gutiérrez, vuela una caja de sal de uvas. Por el contrario, ¿trataste de seguir la dieta presidencial en Culiacán y el estómago se deshace en lava? Trabajan una de omeprazol y un Pepto. ¿Sinusitis en Caborca? Está llegando a su casa un camión del ejército con Avamys.

          El doctor Patán, por lo tanto, quiere usar esta tribuna democrática y popular para darle, de nuevo las gracias al presidente. Por eso, y por la valentía y el sentido de Estado con que le entró por fin a un tema inaplazable: las bolsas de papitas llenas de aire. No más dips de cebolla dejados a la mitad porque ya cerró el Oxxo. No más partidos de fut con jícama y pepino. La Cuarta va.

JULIO PATÁN

Fuente: El Heraldo de México