Investigadores examinan el impacto de la pandemia en la educación y piensan cómo será el futuro del ramo
La educación mexicana es uno de los territorios sociales más golpeados por la crisis pandémica y económica de los dos últimos ciclos escolares (2019-2020, y 2020-2021). La suspensión de clases fue una medida de emergencia, de salud pública, que significó un escenario inédito para el sistema educativo: cierre total de escuelas, transición súbita desde las tradiciones presenciales hacia la virtualización educativa, cambios rápidos en las rutinas, hábitos y prácticas escolares.
Las tradicionales brechas sociales de la desigualdad educativa se combinaron con las fracturas y brechas tecnológicas, en la que millones de estudiantes encerrados en sus casas experimentaron el impacto de la crisis con carencias pedagógicas, de conectividad y de comprensión en los procesos de enseñanza y aprendizaje.
La experiencia de la crisis obligó a autoridades y ciudadanos a adaptarse, o resignarse, a un tiempo gobernado por riesgos e incertidumbres. En esas condiciones, la educación ha enfrentado dilemas y vacíos propios de la gestión de la crisis, que se combinan con la persistencia de déficits institucionales e insuficiencias acumuladas a lo largo de los últimos años.
Los actores, procesos y recursos que configuran el sistema educativo han sido marcados por las decisiones públicas tomadas en los años de la pandemia. El futuro estará marcado por las herencias del pasado reciente, que siempre es, como decía Alfonso Reyes, “el enemigo”.
Bajo estas consideraciones un grupo de investigadores en cuestiones educativas fue convocado a finales de la primavera de este año por el Centro de Estudios Estratégicos para el Desarrollo de la Universidad de Guadalajara para examinar no sólo el tamaño del impacto de la crisis sobre la educación, sino también para pensar en el futuro educativo mexicano.
Fue así como Gilberto Guevara Niebla y quien estos escribe convocamos a 12 autores para explorar algunas de las dimensiones estratégicas de los impactos profundos de la gestión de la crisis en el sistema educativo, bajo la premisa de que la crisis educativa ya existía antes de la pandemia, pero que la gestión de dicha crisis le ha correspondido inevitablemente al actual gobierno federal.
Gestionar crisis nunca ha sido un asunto fácil. Se ponen en juego instrumentos políticos y de políticas públicas, pero también creencias, prejuicios y cálculos de quienes toman las decisiones. Gestionar crisis significa gestionar riesgos en contextos de alta incertidumbre y múltiples limitaciones de información y conocimiento. Esta fue la segunda premisa general de la convocatoria a los autores reunidos en el libro Educación: estrategias para la recuperación (EDUG, 2021).
Bajo estas premisas, los colaboradores invitados examinaron 11 temas específicos, que van desde imaginar posibles escenarios futuros de la educación (Carlos Ornelas), hasta las implicaciones de la crisis en las relaciones entre educación y trabajo (María de Ibarrola), o el carácter al parecer irreversible de la educación híbrida (presencial/virtual) en los procesos de enseñanza-aprendizaje (Claudio Rama).
Pero en el texto también se abordan los problemas de los distintos niveles y espacios educativos, desde la educación básica y media superior hasta la educación superior. Guevara Niebla plantea la confluencia de tres crisis en el contexto actual (la histórica, la pandémica y la del gobierno educativo), Héctor Franco examina los problemas del subsistema de formación de maestros, mientras que el exsecretario de educación estatal y profesor de banquillo Héctor Jiménez narra los problemas de liderazgo educativo en las escuelas primaria y secundarias del país.
Por su parte, Juan Fidel Zorrilla examina los problemas de equidad y cobertura del nivel medio superior del sistema, y quien esto escribe explora los problemas del orden sin sistema que caracteriza a la educación superior, a pesar de los enunciados de gratuidad y obligatoriedad que dieron origen a la formulación de la Ley General de Educación Superior aprobada en mayo de este año.
Actualidad y porvenir
En el libro también se encuentran tres capítulos clave para comprender el presente y el futuro educativo mexicano. Uno tiene que ver con las perspectivas de la evaluación educativa en el contexto del covid-19 (Eduardo Backhoff), otro sobre la caída dramática del presupuesto educativo en el contexto de recesión económica y desconexión educativa (Marco Antonio Fernández y Laura Noemí Herrera), y un análisis sobre las relaciones entre los resultados de la investigación educativa y las decisiones de política pública en este campo (Germán Álvarez Mendiola).
Vistos en su conjunto, los trabajos reunidos en esta obra permiten obtener un buen mapa contemporáneo de los problemas, dilemas y desafíos de la educación mexicana en la era de la pandemia. Pero también permite pensar desde distintas perspectivas y profundidades los posibles futuros del sistema educativo a partir de algunas hipótesis, enunciados y propuestas de acción pública.
Se trata no sólo de un libro de críticas fundadas en evidencia a la gestión gubernamental de la crisis educativa, sino de un esfuerzo por identificar y pensar de otra manera las huellas de los “tiempos malditos” en el futuro del sector, esos tiempos a los que se refería Jack London cuando los hombres enfrentan circunstancias adversas.
Adrián Acosta Silva