La democracia en México ha sido una construcción de generaciones. Partiendo del principio de no reelección fruto de la Revolución Mexicana, pasando por la apertura democrática de los 80s y la transición democrática de principios de este siglo, nuestras instituciones han estado regidas por un principio inalienable: el gobierno, ningún gobierno, ni los de antes, ni el de ahora, ni los que vienen, debe meter las manos en el proceso electoral.
La democracia en México había logrado estabilidad a partir del año 2000 alcanzando la calificación de una democracia electoral robusta. Esto gracias a una serie de instituciones democráticas construidas sobre el principio de la participación ciudadana, así como en la autonomía del Instituto Nacional Electoral y de los tribunales electorales.
De acuerdo con diferentes índices internacionales, la situación de México comienza a deteriorarse a partir del año 2006 y alcanza este año su punto más bajo en lo que va del siglo. En el reporte 2023 de Latinbarómetro se da cuenta de cómo las intenciones del presidente López Obrador de cambiar unilateralmente las reglas electorales para beneficiar a su partido provocaron una pérdida del 8% en la calidad de nuestra democracia en solo tres años.
Su comportamiento se enmarca como personalismo, en el cual un presidente se considera indispensable para su país y busca modificar las reglas de reelección para acceder a un nuevo periodo electoral, contrario a lo previamente establecido. En caso de no lograrlo, existe el riesgo de que declare fraude electoral debilitando al gobierno entrante en lo particular y a la democracia en lo general.
Uno de los síntomas más claros del deterioro de la democracia en nuestro país es el abrupto incremento de 11 puntos porcentuales del apoyo social al autoritarismo entre 2020 y 2023. Este dato debiera prender una alarma nacional, ya que las intenciones del presidente de modificar las leyes para mejorar las condiciones para su partido podría contar con el apoyo de un poco menos de un tercio del electorado.
Pero no todo está perdido. Así como el presidente cuenta con una base electoral a favor del enquistamiento de su régimen, más de un tercio apoya abiertamente la democracia. A donde debemos dirigir nuestro mensaje y es a quien busco llegar con esta columna, es al 28% de los mexicanos indiferentes, aquellos que respondieron que les da lo mismo vivir en democracia que bajo un régimen autoritario.
A pesar de esta división, siete de cada diez mexicanos estamos satisfechos con el funcionamiento de las instituciones democráticas, del INE y de los tribunales electorales. Somos ese 70% del electorado quienes salimos a las calles en noviembre del 2022 en apoyo al INE y nos expresamos en más de 100 ciudades en febrero del año pasado a favor de la Corte.
Ahora toca el turno de alistarnos de nuevo para tomar las calles el próximo 18 de febrero en defensa de nuestra democracia porque, como lo dijo Guadalupe Acosta Naranjo, fundador del Frente Cívico Nacional, en la democracia se puede ganar o perder una elección. Lo que no debemos permitir es que en una elección se pierda la democracia.
Brenda Valderrama
Fuente: El Sol de México