Los funcionales participan de los regímenes electoralistas donde el pueblo vota pero no elige.
El socialismo del siglo 21 o castrochavismo ha logrado expandir el modelo de la dictadura de Cuba a Venezuela, Bolivia y Nicaragua, con usurpación indefinida del poder e impunidad, suplantando el “estado de derecho” por el “derecho de la opresión”. Sin embargo, con gobiernos denominados de izquierda no ha podido implantar dictaduras y se mantiene la democracia en la mayoría de los países. La diferencia está en la conducta de las oposiciones políticas, que en el caso de las dictaduras son parte de su creación y permanencia, y que en democracia impiden la imposición dictatorial.
La formación de las dictaduras de Venezuela, Bolivia, Ecuador y Nicaragua comenzó con la toma electoral del poder con planteamientos de refundar la democracia y de cambiar el país, propusieron terminar con el desgastado y corrupto sistema político tradicional y una larga gama de propuestas populistas que pocos años después resultaron en miseria, violencia y crimen organizado. Ya en el poder, Hugo Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Rafael Correa en Ecuador y Daniel Ortega en Nicaragua, implantaron uniformemente “un sistema político contrario a los principios democráticos y a las normas del Estado de derecho”.
Ecuador recuperó la democracia gracias a la visión y conducción del Presidente Lenin Moreno, que restituyó los elementos esenciales de la democracia, cesando los presos políticos, la persecución, el exilio, la tortura, terminando el narcoestado. Aunque los afectados y detractores busquen manipular las causas del proceso, a la luz de los resultados Ecuador es la prueba que es posible salir de la dictadura castrochavista.
Las asambleas constituyentes han sido el mecanismo para destrozar el sistema democrático y reemplazarlo por el dictatorial en Venezuela, Bolivia y Ecuador, habiendo utilizado reformas y modificaciones en Nicaragua. En los países donde las oposiciones políticas se han prestado a estas manipulaciones con acuerdos, sometiéndose e incluso votando, las dictaduras se han implantado. En todos los casos en que se ha consolidado la dictadura, existió participación y acuerdo del régimen con la oposición con representación parlamentaria o con parte de ella, con argumentos y pretextos variados pero con dictadura como resultado.
Gobiernos del socialismo del siglo 21 en Uruguay con Mujica, Paraguay con Lugo, Brasil con Lula y Rousseff, Argentina con los esposos Kirchner, Perú con Castillo, no han establecido dictaduras y han entregado el poder ante los resultados electorales o por el proceso contra la Presidenta Rousseff y la destitución por el golpe de estado perpetrado por Castillo. Así van los gobiernos de López Obrador en México y Fernández/Kirchner en Argentina, que aunque se empeñan permanentemente en romper el orden democrático son frenados por la oposición, la prensa libre y las instituciones democráticas.
Para distinguir entre la oposición de verdad y la que se entrega a la implantación de la dictadura para luego quedar integrada como “oposición funcional”, basta observar el lugar y condición de sus líderes. Unos permanecen en los entornos de la dictadura, con espacios de participación pública y actividad con apariencia de normalidad, mientras los otros son perseguidos, presos, exiliados, agredidos y sometidos a todo tipo de violaciones de sus derechos humanos y libertades fundamentales. Lo prueban hoy en Venezuela, Nicaragua y Bolivia las listas de presos políticos y las de la burocracia del sistema dictatorial.
Los opositores que han entregado la democracia son los que tratan de presentar las dictaduras de Venezuela, Bolivia y Nicaragua como gobiernos normales, procesos revolucionarios de cambio o simples crisis. Son los opositores funcionales que participan de la dictadura electoralista en la que el pueblo vota pero no elige, pero que legitiman el fraude institucionalizado del régimen. Son los que ignoran la tortura, los perseguidos, presos y exiliados políticos o se refieren a ellos como un problema de justicia o de abuso policial con los que encubren la dictadura.
La oposición para dictatorial o funcional es simulación a costa de los derechos humanos de la gente y actúa también en el ámbito internacional, confundiendo y desanimando a los aliados con propuestas múltiples, diversas y contradictorias, con descalificación de liderazgos, para destruir la credibilidad y perjudicar la cooperación a la resistencia civil real.
La práctica más infame y usual de la oposición funcional en dictadura es la de mantener y promover la división, la de fraccionar la oposición e impedir un proyecto de unidad -con argumentos ideológicos, programáticos o personalistas- para que dictaduras de crimen organizado con promedio de 80% de repudio popular sigan simulando que ganan elecciones.
Carlos Sánchez Berzain
*Abogado y Politólogo. Director del Interamerican Institute for Demoracy
Fuente: Infobae