Los acontecimientos de la semana pasada son aterradores. La “filtración” del caso Ayotzinapa nos puso los pelos de punta. Mostró la crueldad de ciertos sectores de nuestra sociedad política y militar. Son hechos que obligan a reflexionar sobre la crisis de gobernabilidad, la democracia cotidiana y electoral, la igualdad y la exclusión. Lo más lamentable es constatar hasta dónde hemos llegado en una sociedad en la que son ejecutados actos de lesa humanidad.
La clase política, mientras todo eso sucede, sigue empecinada en sus juegos de poder, cuyo único objetivo es retener ese poder, sin importarle para nada la vida y la gente. Ningún peligro es peor que excluir a la ciudadanía. Sin ciudadanía, ¿qué nos queda?
La narrativa desde el poder nos llama a pensar, a cuestionar como se desautoriza la crítica y el pensamiento. Es hora de mirar más hondo, recuperar los caminos truncados, esos, los de un puñado de mexicanos y mexicanas que mantuvieron durante años expectativas democráticas, para escalar contra los modos autoritarios y patriarcales en que se funda la opresión femenina y la exclusión. ¿Hay otra manera que no sea el sistema electoral y la democrática?
Me queda claro que lo que las mujeres anotamos como avances: la paridad, por ejemplo, estuvieron acompañados por profundos retrocesos, en humanidad, democracia y justicia.
La semana me dejó un sabor de boca pavoroso. Escuché todas las justificaciones posibles para militarizar en definitiva el sistema de gobierno. La investigación de la Comisión para la Verdad y el Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa me desgarró. La simulación sobre la igualdad materializada en la pérdida de 30 mil millones de pesos para el “avance de las mujeres” me tiene desarmada.
Mientras, se ahogan en el silencio las voces de las madres de Ayotizinapa, de las y los desaparecidos y las víctimas mortales, del feminicidio, de las crecientes cifras del homicidio… De todas las maldades que nos acosan.
La llegada a la transformación verdadera no parece ser la paridad; en cambio, invita a trabajar, de nuevo, por la necesaria mutación política, aunque no conocemos ni vislumbramos los caminos. Hoy todo sugiere una larga y pesada noche oscura.
De ahí la importancia de la Cumbre Global de la Democracia Electoral, llevada a cabo del 20 al 22 de septiembre, que tuvo como anfitrión al Instituto Nacional Electoral (INE), donde se hizo un análisis exhaustivo de los nuevos retos y riesgos que enfrentan las democracias representativas; incluidos, los afanes de las mujeres, la mitad de la población mundial.
Ese análisis reconoció que el crimen organizado se ha convertido en un factor disruptivo que atenta contra las libertades ciudadanas y el ejercicio de los derechos políticos, los que no se reducen a la operación exclusiva de los partidos políticos, sino de la ciudadanía organizada.
Tenemos que volver a discutir el significado del sistema democrático, garante de la inclusión y el respeto a las ideas, medio para garantizar los derechos políticos y humanos de todas y todos, de los diferentes grupos sociales: jóvenes, infancias, minorías marginadas, indígenas, migrantes, las personas con discapacidad, las comunidades de la diversidad sexual…
¿Cómo redirigir —como dijeron organismos internacionales y autoridades electorales— un camino capaz de construir alianzas para defender y detener el deterioro de la integridad electoral, el acoso de sus autoridades y desaparecer el uso de la polarización como estrategia política, tal como dijo el consejero presidente del INE, Lorenzo Córdova Vianello ¿Cómo? Para detener el horror y la descomposición, esa del crimen y la muerte. Veremos…
*Periodista, directora del portal informativo SemMéxico.mx
Sara Lovera
Fuente: El Sol de México