La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de nacionalizar la empresa francesa Air Liquide, una productora de hidrógeno para Petróleos Mexicanos (PEMEX), puede ser un muy mal augurio para el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea.
La decisión del presidente Andrés Manuel López Obrador de nacionalizar la empresa francesa Air Liquide, una productora de hidrógeno para Petróleos Mexicanos (PEMEX), puede ser un muy mal augurio para el Tratado de Libre Comercio entre México y la Unión Europea.
De hecho, se considera como un anuncio de que el gobierno mexicano declinará firmar un Acuerdo Global Modernizado con la Unión Europea, sobre la base de objeciones al capítulo de energía del documento.
La nacionalización de Air Liquide es interpretada como una señal de la indisposición del gobierno mexicano a abandonar lo que se ve como una posición de dureza en temas de energía, y menos cuando se habla ya de que en febrero próximo comenzarán los trabajos de un panel del Tratado de Comercio México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC) para resolver el diferendo planteado por empresas estadounidenses que habían invertido en la generación de energía en México.
Los estadounidenses creen que la letra y el espíritu del T-MEC favorece sus demandas.
Según varias fuentes, el capítulo de energía del T-MEC fue el modelo para el texto incluido en el Acuerdo Global Modernizado con la Unión Europea, que ahora está pendiente de firma entre los dos países y que cada vez tiene menos espacio para ratificación, ante las elecciones que habrá este año en México y en la UE.
De hecho, se considera que la demora podría retrasar por años la ratificación. El tratado de libre comercio entre México y la UE fue firmado en 1997 y un acuerdo global modernizado está en los trabajos desde 2018. De hecho, cuando en junio de 2023 la presidenta del Consejo de la Unión Europea, Ursula Von der Leyen, visitó al presidente López Obrador, convinieron en firmar antes del final del año. Pero no ocurrió así.
La nacionalización de Air Liquide, que opera dentro de la refinería de Tula y provee de hidrógeno a PEMEX, es en todo caso un paso más en la torturada relación del gobierno mexicano con inversionistas extranjeros, que encuentran motivos de preocupación en las formas usadas.
Es de recordarse que no es la primera vez que el gobierno López Obrador tiene un roce con una empresa europea, notablemente lo que fue una contenciosa negociación con la empresa española Iberdrola, pero resuelta finalmente de manera públicamente satisfactoria para ambas partes.
Pero de creer a analistas en México y el exterior, el estilo y las formas de la nacionalización de Air Liquide envía un nuevo mensaje de incertidumbre a inversionistas, y pone al país en medio de una serie de conflictos comerciales con Estados Unidos y Europa durante el último año de gobierno de López Obrador.
Por lo pronto, en todo caso, y mientras se resuelven los diferendos comerciales con Estados Unidos, la decisión del presidente López Obrador deja al próximo gobierno con los eventuales costos económicos, políticos y de credibilidad institucional.
JOSÉ CARREÑO FIGUERAS
Fuente: El Heraldo de México