Gracias a una suma de factores, que tienen como eje la dignidad y el decoro de personas con nombre y apellidos, México ha resistido los golpes del proyecto dictatorial.
Están en juego la democracia y el desarrollo, ante un modelo que sólo pueden apoyar algunos que nunca lo han vivido.
Todas las iniciativas importantes y polémicas del gobierno federal, desde que inició, están encaminadas al establecimiento de una dictadura.
Hasta ahora no han podido por la decencia de jueces, magistrados, legisladores, algunos medios de comunicación y el despertar de la sociedad. También por su ineptitud.
Hay tres batallas clave en las siguientes dos semanas y 19 meses que restan de la presente administración: la sobrevivencia del INE con las facultades y herramientas que le conocemos, la prensa libre y la Suprema Corte sin doblegarse. Más las sorpresas que tengan reservadas.
Gracias a una suma de factores, que tienen como eje la dignidad y el decoro de personas con nombre y apellidos, México ha resistido los golpes del proyecto dictatorial.
También la economía ha sobrevivido, a pesar del gobierno y su dispendio depredador.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte nos representa algo más que los 779 mil millones de dólares anuales de intercambio comercial con Estados Unidos: es una garantía de alianza indisoluble.
Los integrantes de la Junta de Gobierno del Banco de México han tomado en serio su papel autónomo, sin intimidarse por las presiones del gobierno.
Al inicio del sexenio, la secretaria de Gobernación y el fiscal general de la República llevaron al Senado una propuesta brutal de 16 reformas constitucionales para instaurar un Código Penal Federal único que conculcaba derechos civiles, incluyendo de manera destacada la libertad de expresión, que se castigaba con cárcel.
Antes de darle entrada, senadores de oposición y hasta el líder de la mayoría morenista le dijeron a la delegación del gobierno que su proyecto era intransitable en el Senado de un país libre.
Quisieron extender el mandato del gobernador de Baja California, con operación expresa de la secretaria de Gobernación y sobornos millonarios de por medio. Era la prueba para luego extender el mandato presidencial. Fracasaron. Los frenó la prensa y luego la Suprema Corte.
Volvieron a intentarlo, con la propuesta de extender el periodo del presidente de la Corte, que se había puesto al servicio del Ejecutivo. Arturo Zaldívar guardó un tenebroso silencio y no atajó esa violación constitucional. De nuevo la Suprema Corte rechazó el experimento.
Llevaron a consulta popular la propuesta de “que siga el Presidente”.
La presión de los partidos y comunicadores sirvió para que la Corte cambiara la pregunta. Por si las dudas, la ciudadanía acabó de sepultar el proyecto con su desdén: más de 90 por ciento de los empadronados no acudió a avalar la pantomima.
El gobierno quiso tomar el control de la Corte, primero con la intimidación: inició procesos contra el ministro Eduardo Medina Mora y su familia, que lo obligaron a renunciar al cargo.
Luego vino su intervención para hacer a Yasmín Esquivel presidenta del máximo tribunal constitucional. También fracasó, en medio de improperios del titular del Ejecutivo contra los ministros.
No pudieron tomar el control del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
El entonces presidente de la Corte, Zaldívar, conminó a la presidenta del Tribunal Electoral, Janine Otálora, a renunciar. Y en su lugar quiso poner a un subordinado del gobierno.
Las elecciones de 2021 marcaron un hito: la ciudadanía le negó la mayoría calificada a Morena en la Cámara de Diputados, no obstante la intervención de grupos criminales y del gobierno en favor de esa causa.
Los legisladores han frenado las reformas constitucionales que pretendían dar maquillaje legal al proyecto de instauración de una dictadura en México.
Lo que estuvo en sus manos lo destruyeron, como CNDH y otros organismos autónomos que vigilaban al poder.
Quisieron acabar con el INE y cambiarlo por otro organismo electoral para controlar los comicios. Fracasaron en el Congreso.
Una marcha multitudinaria en diversas ciudades del país exhibió en la calle el respaldo al árbitro electoral, y mandó un mensaje al gobierno de que la ciudadanía no se entregaría en silencio a la pretensión dictatorial.
Tan importantes fueron las votaciones de 2021, la reciente marcha ciudadana en defensa del INE y el papel de periodistas sin miedo a las represalias, que ya pocos se inhiben para decir no.
Al contrario, los insultos y amenazas del gobierno son un timbre de orgullo para quien los recibe.
Durante la primera mitad del sexenio, el gobierno de la Ciudad de México y su partido, Morena, presentaron iniciativas confiscatorias de la propiedad privada. No pasaron… por ahora.
Morena perdió la capital del país, su fortaleza, en 2021. La ciudadanía no estaba anestesiada como supusieron.
¿Está liquidado el proyecto de la dictadura en México?
Claro que no. Falta la batalla por la sobrevivencia del INE como árbitro electoral independiente.
“Casta divina, mantenido, bueno para nada”, ha disparado AMLO contra el instituto.
Y se redoblará la embestida contra la prensa, periodistas, directivos y propietarios de medios de comunicación, que no se han subordinado al gobierno y su proyecto destructor de la democracia.
Falta menos. 19 meses. Han perdido muchas batallas, pero faltan esas tres: INE, Corte y prensa libre.
Ni el gobierno ha renunciado a la dictadura, ni la ciudadanía ha abdicado de ser bloque de contención.
Son días históricos.
Pablo Hiriart
Fuente: El Financiero