Renovar la casa donde López Obrador nació y vivió su niñez en Tepetitán, Tabasco, para convertirla en biblioteca y centro cultural.
Renovar la casa donde López Obrador nació y vivió su niñez en Tepetitán, Tabasco, para convertirla en biblioteca y centro cultural, da una idea de los criterios que rigen la “pobreza franciscana” de la administración pública federal. Pero también —y muy claramente— del culto a la personalidad que si ya de por sí es grande en México, se incrementa gracias a quienes ocupan la silla presidencial.
Podrán decir algunos que eso del culto al presidente no es nuevo. Cierto, pero para quienes presumen de una austeridad republicana, esta restauración merece levantar algo más que una ceja. Aquellos que se jactaban de ser diferentes, repiten esquemas… Y no sólo eso, la idea de convertir la casa donde un presidente vivió de pequeño en museo o biblioteca para nada es original. Eso mismo se hizo en Venezuela, donde la casa de Hugo Chávez sufrió una transformación (no de cuarta, sino también bastante costosa) para convertirla en un lugar de culto.
En fin. Que poco más de 10 millones de pesos fueron erogados por la SEDATU para rehabilitar la mencionada morada. Javier May, director de FONATUR y encargado del Tren Maya (además de suspirar por ser corcholata morenista en la carrera por el gobierno de Tabasco), compartió en sus redes sociales: “con mucho gusto y emoción estuvimos con nuestra amiga, la secretaria Ale Frausto, en la casa que habitó en su infancia el presidente y que fue abierta como biblioteca pública para servicio del pueblo de Tepetitán, Macuspana, Tabasco”. Para May, la razón para rehabilitar la casa es que fue “cuna y origen de la política de transformación que sólo se puede tener viniendo desde muy abajo”…
Me perdonarán ustedes, pero viendo la casa —más allá de la restauración— lo que dijo el funcionario público es una gran mentira. Estamos hablando de una construcción cuyos dueños “no venían desde abajo”; eran de clase media. Esa misma clase media que ahora es denostada desde un palacio que se conoce como Palacio Nacional.
Además de esa farsa, ahora “gracias” a que la 4T no nombra los comisionados para el INAI, tampoco podemos saber cómo se gastó ese dinero… Así que recurramos a un ejercicio comparativo: en Tijuana se solicitaron tres millones de pesos para dar mantenimiento y restauración (incluyendo impermeabilización y obras de construcción) a 24 inmuebles que sirven de bibliotecas.
Ahí no acaba la cosa. La rehabilitación de la mencionada vivienda se asignó a “Linos Construcciones”, la misma compañía que se encargó de edificar el malecón de Tepetitán que se colapsó parcialmente en 2020. Ojalá que este espacio de cultura en honor al ejecutivo federal no se venga abajo con el primer temblor…
Se conoce la intención de López Obrador de pasar a la historia como un gran transformador. De hecho, “humildemente” ha nombrado a su movimiento como la ‘Cuarta Transformación’ de México, equiparándose con figuras como Hidalgo, Juárez y Cárdenas. Para ello reescribe la historia de nuestra nación, por lo pronto la plasmada en los libros de texto gratuitos, donde ya se le menciona.
Pasa de largo que hacer eso no es ni histórico ni símbolo de pobreza franciscana (nada más piensen en toda la inversión que se tuvo que realizar para reformar los textos). Y ya que esté instalado en “La Chingada” (su rancho, no piensen otra cosa), López Obrador se dedicará a escribir una historia basada en sus “otros datos”. Seguramente en esos volúmenes se esbozará como un personaje histórico, al cual las futuras generaciones deberán venerar.
Para mí que López Obrador pasará a la historia, pero como uno de los presidentes más mentirosos, con uno de los gobiernos más corruptos, donde la población en pobreza aumentó como nunca antes. Como quien encabezó un gobierno que prefirió invertir en remozar la casa de su niñez que el restaurar otros sitios verdaderamente históricos de nuestro país, como por ejemplo, El Fuerte de San Diego en Acapulco, el cual ya lleva tres años cerrado.
La adulación en la 4T sumó esta semana un costo adicional de diez millones de pesos. La pobreza franciscana definitivamente no tuvo cabida en Macuspana.
VERÓNICA MALO GUZMÁN
Fuente: El Heraldo de México